Jorge Ángel Hernández
Para los voceros oficiales del gobierno, el Paro no cumplió sus objetivos, por cuanto muchos chilenos marcharon al trabajo. Así, la oficialidad derechista parece estar jugando al espectáculo, a su impacto mediático y sus tablas de conteo, antes que preocuparse por los conflictos de fondo, por los estragos de la flexibilización laboral en su ya insoportable secuela de neoliberalismo. Se trataba, acaso, de un partido, en el que una férrea defensa, sin perspectivas de ataque, pudiera llevarlos al empate y a la posterior decisión penales.
No hay que desentenderse, sin embargo, de este tipo de proclama oficialista, aun cuando se consiga, a la postre, lo que coreaban los manifestantes:
Se va a caer,
se va a caer,
el seguidor de Pinochet.
El llamado a resolver las demandas por la vía parlamentaria conduce al callejón sin salida de la política chilena y, por extensión, de la política impuesta por la democracia eleccionaria del capitalismo en la última fase imperialista. La derecha en el poder necesita, a toda costa, desviar la cuestión del punto de vista de la gobernabilidad y, ante todo, de la participación de la ciudadanía en el paquete de decisiones que a ella misma atañen. De ahí que acusaran al Paro de “marcha estudiantil”, revirtiendo para los obreros la poca importancia que a los estudiantes han concedido e intentando desacreditar, en un gesto elemental de campaña eleccionaria, al poder de convocatoria de la organización obrera. Y de ahí, además, la incidencia en los actos vandálicos de la marginalidad y en las lamentables agresiones a los carabineros. Es un elemento que les permitiría camuflar como legítimas medidas represivas, sobre todo después de haber fracasado en la demostración de fuerza con que pretendían frenar las manifestaciones. E incluso, la falta de coherencia de la que acusan a las demandas de la CUT, por cuanto se salen de las concesiones patronales y cuestionan al sistema mismo.
Camila Vallejo, por su parte, ha reconocido el valor del trabajo de la CUT y, con ejemplar modestia, no ha pedido para su organización el éxito. Sus opiniones, como siempre, demuestran madurez política y sentido preciso de las condiciones de lucha.
Curiosamente, algunos manifestantes se han enfrentado a los vándalos con reclamos didácticos, con actitudes educativas, en medio de un sistema educacional que los excluye y por el cual ambos sectores protestan. Una paradoja político-social, más que un entuerto cultural. La solución, que no es una receta, ni siquiera un programa, se halla sin embargo fuera del sistema.
Y el plebiscito sería un necesario punto de partida. Como estrategia, es de exigencia inmediata. Salir de las trampas del cabildeo constitucional en el ejercicio real de la política, es un camino cuyas puertas aún no se divisan.
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