Fernando Pérez: «El cine que yo quiero»

Mayli Estévez Pérez

Se llevó el vaso a la boca —era el segundo que agotaba en menos de una hora—, y las manos todavía no dejaban de temblarle. Tampoco paró de hablar; y el auditorio mudo ignoraba esas señales.
Y es que a Fernando Pérez, uno de los directores más atrayentes del cine cubano, le desconcierta ser el tema de conversación.
Solo cuando el salón se vacía, y quedan un montón de sillas, entrevistador y entrevistado, sus manos siguen un compás normalizado. Eso sí, respira profundo, y cuando te mira parece gritar: ¡Acción!

Mayli Estévez Pérez: Graduado de Letras, ¿tenía más que decir y prefirió el cine?
Fernando Pérez: Yo escogí el cine mucho antes, cuando tenía 13 años, allá por 1958. Pero como empecé a trabajar muy joven, no tuve oportunidades para estudiar una carrera universitaria. Y cuando se crea el Icaic (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos), descubrí que para ser director de cine había que tener una formación cultural que yo no poseía. En ese entonces no había escuelas de cine ni cursos formadores, y como variante llegué a la carrera de Letras.
«Sin el cine yo no sabría expresarme. Tiene la capacidad de la magia, de la participación. Soy cineasta, pero también soy cinéfilo, y he vivido tantas vidas como películas interesantes he visto. Yo trato de hacer un cine donde el espectador reciba lo que yo he sentido viendo otras películas, para que lo viva de una manera más auténtica.»

MEP: Siempre que se conversa con un artista y media una institución, sale a relucir la palabra “censura”…
FP: Me place afirmar que soy un director que ha hecho el cine que quiere, que sigue su brújula interior. Mi referencia de rigor es Titón. Una tribuna donde la crítica es para construir, y no se provoca por provocar. Con Suite Habana nadie me supervisó el trabajo y no se quitó un pie de la película. Pero sé que hubo prejuicios, y luego del estreno tuvo lecturas extremas. Entiendo que el creador, el artista, tiene viento en la cabeza; no conoce límites, no está sujeto a géneros o edades. Es absolutamente libre.

MEP: Su estreno como director fue con Clandestinos, un filme que todavía arranca fuertes impresiones.
FP: Quiero mucho a Clandestinos, por ser la primera, por la complejidad de la producción y por las dudas. Yo no sabía si la iba a lograr o no. Y realmente la relación que ha mantenido con el público me ha proporcionado las emociones más grandes que yo conservo. Todas las primeras veces dejan una marca, y esa marca va conmigo también.
«Las otras películas han sido, unas más polémicas, algunas más acertadas, pero con Clandestinos las emociones han sido muy peculiares.»

MEP: ¿Fue difícil lidiar con los actores?
FP: Clandestinos me permitió asomarme, descubrir y sentir de cerca la complejidad del trabajo de un actor, cosas que yo hasta ese momento ni imaginaba. Y fue una fortuna, algo que agradeceré siempre, poder contar en esa película con Luis Alberto García e Isabel Santos, con los cuales siempre he querido trabajar, pero a veces no está el papel. A ellos les debo mi descubrimiento de la importancia del trabajo actoral.

MEP: Se cuenta de que Isabel forzó la escena final…
FP: Sí, hay múltiples anécdotas y esa es la que todos conocen. Toda esa secuencia final que el público asimila como una de las más emotivas, también lo fue para nosotros. Y el éxito radica fundamentalmente en los sentimientos, en la veracidad interpretativa que le otorgaron Luis Alberto e Isabel durante nueve días de incendio creador.

MEP: No se puede olvidar la banda sonora…
FP: Edesio Alejandro. De Clandestinos surgieron muchas colaboraciones permanentes, y amistades, por supuesto. Fue su primera posibilidad de hacer música en el cine, y lo he visto crecer tanto, que él es hoy un diseñador de banda sonora. Edesio ha trabajado con otros directores, pero yo tengo el privilegio de ser el que siempre trabaja con él.

MEP: En Cuba se reconoce a Lezama, Carpentier, Guillén… ¿Por qué Hemingway?
FP: La película parte de vivencias muy personales de la guionista Mayda Royero, que en aquel momento era mi esposa. Antes que todo fue una obra de teatro. Y por otro lado, está la admiración por un escritor que vivió aquí y por una de sus grandes obras, El viejo y el mar. El sentir de ese libro no solo está en Hello, Hemingway, sino en otras películas que he realizado.
«Esa idea donde el hombre lucha por un sueño, que a lo mejor no logra, pero lo intenta cada día, creo que ese sentimiento pasa por todos mis filmes aunque Hemingway no esté en ellas.»

MEP: Llega el 1993, pleno Período Especial, y con él, Madagascar, un filme que muestra cómo el cubano llegó hasta a desconocerse.
FP: Fue mi primera película contemporánea. No quise hacerla hasta ese momento, porque no quería abordar la realidad más inmediata a un nivel de crónica, a un nivel periodístico. Quería ir más allá, más hacia la subjetividad, y ese momento vino en los años 90, con toda una complejidad que fue lacerando al cubano, y no solo fue el deterioro material, sino el espiritual. En esta época se unieron dos generaciones (la mía y la de mis hijos) con diferentes cuestionamientos. Eso no se podía narrar de la manera tradicional, así que fui hacia un lenguaje más metafórico y simbólico para poder atrapar, no la oblicuidad, sino la complejidad que estaba en el espíritu de cada uno de nosotros en ese momento.
«Cuando la terminé, pensé que había hecho un filme muy amargo, así que me entraron dudas. ¿Y si eso no formaba parte de la realidad? Salí a caminar, cosa que me ayuda a pensar mejor, y me encuentro a un compañero de la Universidad y escuchándolo me dije: Madagascar.»

MEP: A mi modo de ver La vida es silbar es una continuación, una conclusión de Madagascar ¿Piensa igual?
FP: Sí, siempre lo pensé. Después de Madagascar, que es una película de una densidad dramática que va hacia las hostilidades, busqué que la próxima rodara en esa línea, pero más clara, más abierta a otras posibilidades de expresión. Y surgió esta, que es una búsqueda de la felicidad en la Cuba de hoy.

MEP: Suite Habana deviene una obra maestra, en la que no hicieron falta palabras, ¿pero por qué esas historias en específico?
FP: Yo quería dar la cotidianidad de un día de vida en mi ciudad, y por extensión, en Cuba. Esa parte de la realidad que muestra el filme resulta para mí la más representativa, porque también es la más popular y, al mismo tiempo, la menos representada, tanto en los medios nacionales como fuera de la Isla. Me atrae porque trata la vida cotidiana sin la impronta de la explosividad, y en lo diario, creo yo, está el espejo en el cual los cubanos queremos reconocernos.
«A algunos protagonistas ya los conocía, de pasar por la calle y verlos desarrollar su vida. En un día en la Cuba actual se viven todas esas historias, alguien se va o regresa al país, otro pasa del trabajo al negocio, está la historia del niño con Síndrome de Down, y cómo un padre solo se encarga de él. Confieso que me reconozco en algunas de esas historias.»

MEP: Retomó la metáfora en Madrigal, pero esta vez no convenció a muchos…
FP: Este es un tipo de cine más difícil, pero a mí me interesa; con esto no quiero decir que la película esté lograda e incomprendida. Quizás el problema está en la película misma, y eso es algo que estoy tratando de analizar, de asimilar. Tal vez debió haber sido más ligera. Pero yo sabía que después de Suite Habana tenía que ir por otro camino, no podía repetirme, así que salté hacia el otro extremo.
Suite Habana va a lo más inmediato, mientras Madrigal va detrás de una artificiosidad deliberada, la de la creatividad subjetiva de una mente que al mismo tiempo que vive su realidad, la recrea. Y en ese doble discurso, tal vez llega una propuesta que queda muy fría, aunque es una vía que no me negaré a transitar.

MEP: Otra vez la polémica con José Martí: El ojo del canario. Algunos estudiosos catalogaron de grotescas y muy lineales ciertas escenas. ¿Es Fernando un atrevido?
FP: (Risas) Más que atrevido, soy curioso, y me gusta entender lo que la vida trata de comunicarnos. Me encantaría vivir tres mil años, pero solo por pura curiosidad. Diariamente me digo que si uno se queda con la experiencia, con lo aprendido y no lo proyecta, entonces se queda inmóvil. A mí me gusta el cambio, la búsqueda, y conseguir que la realidad siempre te sorprenda. Cada hecho tiene su significado y también incógnitas. Y eso hay que celebrarlo, haciendo películas o simplemente viviendo.

MEP: ¿La próxima curiosidad?
FP: Ahora tengo un proyecto que posiblemente vaya hasta Baracoa. ¿Sabes?, en realidad son dos. El primero se defiende desde el cine independiente, aupado por el impulso de los jóvenes creadores. Este es un fenómeno que está creciendo con su propio lenguaje y mirada, sin niveles de aprobación y asesoría. Voy a probar a ver hacia dónde me conduce. Tiene una temática contemporánea que se puede filmar en 20 ó 25 días de rodaje.
«El otro guión es histórico, que no quisiera que fuera el primero, porque ya he salido del siglo XIX y quisiera volver al XXI.

MEP: Lo complazco. Suite Habana termina con una interrogante en común para todos sus protagonistas: ¿Con qué sueñas? Ahora, usted, con 66 años…
FP: En mi vida hay tres razones que están allí sin orden de importancia: mis hijos, el cine y Cuba. Mi sueño es tenerlos siempre.
Fuente: Umbral Nº 40, pp. 34-36

Acerca de ogunguerrero

Oggun, orisha guerrero; con Oshosi, dueño del monte; con Elegguá, domina sobre los caminos. Mensajero directo de Obatalá. Rey de Iré, vaga por los caminos solitario y hostil. Jorge Angel Hernández, poeta, narrador, ensayista (31/8/61)
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