No hay que llorar como best seller se anuncia

Por segunda vez con un foro Agesta lleno, se ha presentado en la UNEAC de Villa Clara el libro No hay que llorar, de Arístides Vega Chapú. Se trata de un suceso literario que, mutatis mutandis, pudiera calificarse de best seller. Después de haber ganado el Premio de Becas Ciudad del Che de la UNEAC y el Memoria del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, el libro impreso demuestra que la confianza puesta en él por los diversos jurados apuntaba a la cierto. La amabilidad de su autor ha permitido a Ogunguerrero apropiarse de sus páginas, por lo que comenzamos con la propia introducción que Vega Chapú escribiera en “el caluroso verano de 2009”.

Convocatoria a recordar el Período Especial

Arístides Vega Chapú

Intento escribir estas líneas a sabiendas de que hoy he sido perdonado, el anuncio de que estaríamos sin corriente eléctrica después de las nueve de la mañana no se ha cumplido.

Cuando uno carece de ese esencial servicio queda imposibilitado de hacer la mayoría de las cosas que se había planificado.

Pero los cubanos en los años noventas del pasado siglo, cuando el fluido eléctrico era interrumpido por más de doce horas diarias, supimos cumplir con la mayoría de nuestras obligaciones domésticas y profesionales, ideando otras maneras de laborar sin contar con este servicio, o trasladándolos para el escaso horario en que se restablecía nuevamente.

De cierta manera supimos paliar la escasez energética por la que atravesó el país, sin dejar de cumplir con la mayoría de las rutinas que hasta entonces definían nuestra vida diaria.

Pero no fue en aquel entonces la falta de electricidad nuestra única dificultad. El alimentarnos, mantener una higiene adecuada y mínima, (primordial en un país tropical como el nuestro), vestirnos y calzarnos como habíamos podido hacerlo hasta ese momento, estuvieron entre los obstáculos que tuvimos que vencer con la seguridad de que sería posible rebasar un tiempo hostil y volver a soñar con ese futuro a que cada cual aspira según sus motivaciones y necesidades.

Uno intenta borrar los malos recuerdos, siempre ha sido así, en todas las épocas y para todos. Pero después de leer Papeles de un naufragio, poemario publicado en 1999 por Ediciones Holguín, de la escritora Lourdes González, afloró cuanto recuerdo creía olvidado de todo lo vivido en el nombrado Período Especial.

La conmoción que me provocó la lectura de esos poemas que evocaban con veracidad, desgarradura y sinceridad, ese difícil tiempo, el de mayor crisis económica en el país después de 1959, me obligó, primero, a escribir todo cuanto mi memoria había podido resguardar sobre esos años.

Sin otra intención que recordármelo a mí mismo intenté rescatar absolutamente todo lo que al paso del tiempo se había mantenido intacto.

Después, como casi siempre ocurre, tuve el deseo de compartirlo con los más cercanos, quienes no estuvieron dispuestos a escuchar solamente, así que a su vez relataron cuanto recordaban de ese fragmento de tiempo, breve para la historia de un país, pero desgarrador para cualquiera de quienes lo protagonizamos.

Comencé a escuchar, concienzudamente, diferentes versiones de un mismo tiempo, dictadas desde la singularidad que propician las vivencias individuales. Los recuerdos se esparcían más allá de las simples carencias materiales que todos habíamos sufrido y se sumaban anécdotas olvidadas o no vividas desde una misma perspectiva, con asombrosa riqueza.

De esta manera comenzamos a recuperar colectivamente un fragmento importante de nuestro pasado más cercano y como toda historia contada desde el presente, también a reinventar ese momento indispensable de la historia del país, de la que ya se notaban olvidos imperdonables.

El traer al presente todos esos recuerdos nos posibilitó, además, percatarnos de que nuestros hijos, nacidos en ese período o posterior a ese tiempo, desconocían por completo su significación.

Todo esto me llevó a entrevistar a amigos, los más cercanos, con un cuestionario breve, pero que indagaba en esa zona específica de la supervivencia de cada uno en la hostil cotidianidad decretada en el Período Especial.

También pedí a otros, residentes en puntos distantes de la geografía con que se dibuja el país, casi siempre a través del teléfono, me escribieran sus recuerdos respecto a ese período.

A otros les pude enviar correos electrónicos, o simplemente pedirles su colaboración a los que por azar me encontraba. Algunos, enterados de mi propósito, no se resistieron a enviarme textos escritos especialmente para la ocasión o textos que habían creado mucho antes de conocer de mi interés por juntar cuanto recuerdo fluyera de ese etapa.

Fijé una primera fecha, 1999, cuando después de leer el poemario de Lourdes González me motivé a escribir y escuchar, a convocar a todo el que quisiera colaborar con este anecdotario.

Hasta el 2009 esperé pacientemente por todos los que sintieron la necesidad de incorporar sus recuerdos. Diez años marcan la diferencia entre unos y otros testimonios, lo que suma también, junto a las diferentes maneras con que provoqué estos trabajos, a la diversidad que en su conjunto puede notarse en los textos aquí agrupados.

Aún cuando la economía cubana ha sido poco estudiada desde la perspectiva de la economía política, ya existen algunos textos que se refieren al Período Especial.

El disparador y la causa fundamental de la crisis económica que vivió el país en los años noventas, fue sin dudas el colapso de la URSS a finales de mil novecientos noventa y uno. Antes, ya habían caído algunos países del llamado socialismo este-europeo y luego todo el sistema socialista en el continente.

Los fuertes vínculos forjados durante más de treinta años de relaciones políticas estrechas entre el primer país Socialista del planeta y nuestro pequeño y subdesarrollado país, que permitían una relación económica preferencial, fueron borrados de la noche a la mañana.

Otros acontecimientos políticos, a partir de este suceso, vinieron a afianzar con mayor fuerza la crisis económica cubana.

En mil novecientos noventa y dos se recrudece el bloqueo económico de Estados Unidos contra Cuba con la Ley Torricelli. Cuatro años más tarde la Ley Helms-Burton intensifica estas ya injustas medidas de bloqueo, también político y comercial.

El país vivía una crisis estructural y funcional interna. Las estructuras socioeconómicas de la transición socialista anunciaban signos inequívocos de un visible embotellamiento.

Todos estos fenómenos nacionales e internacionales desataron un proceso recesivo en la economía cubana a partir del año mil novecientos ochenta y cinco, después de la vertiginosa bonanza que había comenzado a dar sus primeros signos a partir del año mil novecientos setenta y uno.

En mil novecientos noventa se agudiza la crisis económica en el país, por lo que la nación debió pasar a lo que se le nombró Período Especial, es decir, a una política económica de guerra en tiempos de paz, como manera de enfrentar la aguda crisis y promover los ajustes pertinentes sin renunciar a las conquistas sociales y al curso socialista de la historia cubana.

La ingesta de alimentos diarios por habitantes, por ejemplo, cayó a su nivel más bajo en mil novecientos: cuarenta Kilocalorías y cuarenta y ocho gramos de proteína diaria [1].

De cómo sobrevivió a esa difícil etapa un sector tan sensible como el de los escritores, trata este testimonio que intenta dejar constancia de ese período en que la mayoría de los cubanos demostramos el temple que nos define y salva.

Esta ha sido una convocatoria abierta, a todos los escritores a los que pude avisar del presente proyecto, y los que quisieron y pudieron sumarse.

Faltarán aquí miles y miles de anécdotas. Las que aparecen son solo una provocación al recuerdo, para que los nacidos en esos años y los posteriores sepan que sus padres, abuelos y hermanos mayores supimos sobrevivir también por ellos.

En el caluroso verano de Santa Clara, de agosto del 2009

[1] Víctor Figueroa Albelo: Economía política de la transición al socialismo. Experiencia cubana. P390 Editorial Ciencias Sociales, Ciudad de La Habana, 2009.

Fuente: No hay que llorar, Ediciones La memoria, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, La Habana 2011. pp. 13-14

Acerca de ogunguerrero

Oggun, orisha guerrero; con Oshosi, dueño del monte; con Elegguá, domina sobre los caminos. Mensajero directo de Obatalá. Rey de Iré, vaga por los caminos solitario y hostil. Jorge Angel Hernández, poeta, narrador, ensayista (31/8/61)
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Una respuesta a No hay que llorar como best seller se anuncia

  1. Felicidades, Jorge Ángel. Me encantó tu presentación. Feliz 2012.

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