El Congreso de la UNEAC y los petardos

 Jorge Ángel Hernándezespejismo

La proximidad de un nuevo Congreso de la UNEAC despierta expectativas en la absoluta mayoría de sus miembros; en unos porque su sentido de pertenencia los lleva a contribuir para que su camino continúe, con aciertos y errores, como es natural en toda obra humana, contribuyendo a la cultura cubana y, con ello, al mejor destino de la nación; en otros, porque el grado de legitimación que otorga la organización les permite “arañar” determinadas prebendas y, en otros, porque nos hallamos en un momento imprescindible, difícil y crucial, a veces caótico y errático, de la actualización del modelo socialista cubano. Algunas de esas decisiones, por supuesto, pueden inclinar la balanza hacia una u otra dirección, proyectando tanto la continuidad como su ruptura definitiva. Son puntos de análisis impostergables que merecen abordajes serios, profundos y, sobre todo, ajenos a los eternos prejuicios que los patrones de juicio de la Guerra Fría dejan aun en el imaginario cultural de la ciudadanía.

La creciente apertura al respeto a la opinión ajena, impulsada desde la propia plataforma oficial del estado cubano, ramifica el espectro de criterios, según sean las expectativas y, sobre todo, las posibilidades de alcance de los exponentes.[1] No hay que olvidar que a través de la UNEAC, y de instituciones culturales, se han lanzado plataformas tan importantes como la de la lucha contra la discriminación racial que la tradición cultural reproduce aun a pesar de los nuevos contextos, o la que atañe a la diversidad sexual, tan artificialmente manipulada en el contexto de la globalización que une al siglo XX con el XXI, o incluso la de la democratización concreta de las relaciones entre la burocracia institucional y la sociedad civil.

Si se tiene en cuenta el shock que imprimió a la sociedad cubana el derrumbe del socialismo europeo, y la agudización de las limitaciones comerciales en medio de una crisis global estructural del sistema hegemónico, habremos de admitir que, pese a errores y limitaciones de perspectivas para su proyección futura, insisto, la UNEAC, como institución, se ha colocado en la avanzada de la transformación cubana y, muy importante, en el centro de la socialización de las ideas más polémicas, no solo en el ámbito político, sino también, y con mayor importancia, en el ámbito cultural de la ciudadanía. De sus abiertos, agudos y diversos debates, han brotado esenciales directivas de trabajo para la nación. Cualquiera que se aventure a confrontar los documentos detectará que hay derivaciones importantes de su trabajo en los derroteros programáticos, oficiales por tanto, del estado, y no precisamente a la inversa, como lo repite la incansable y bien financiada propaganda. Los artistas y escritores que, por mérito y decisión propias, a la UNEAC pertenecen, no se han limitado a defender sus estrechas parcelas creativas, lo cual indica hasta qué punto se ha logrado un pensamiento comprometido con el mejoramiento de la sociedad. Y ello se refleja también, con ritmos diversos, según se profundice en el tema, en los itinerarios del trabajo institucional de la organización.

Pero nada de esto, y de mucho más que para no pecar de exhaustivo dejo en el cajón de lo implícito, borra el efecto que ciertos patrones de oportunismo interesado imprimen al contexto de confrontación ideológica. Sobre todo aquel donde es posible hacer que la detonación de petardos aparentemente aislados suene claramente como un instrumento de campaña mediática contrarrevolucionaria, en el más semántico, y además teórico, sentido de este término.

Así he recibido en mi buzón personal de correo, al parecer producto de una de esas petardocomunes cadenas de reenvío, un llamado del barítono Ulises Aquino, cuya excelente voz he escuchado alguna que otra vez por la televisión cubana. El tono del petardo de Aquino es anodino, aunque pretende presentarse como valiente y revolucionario, incluso intentando combinar las retóricas extremas de la etapa de Guerra Fría: por una parte, injuria a la UNEAC, con una clara extensión a los aparatos burocráticos de estado y, sobre todo, al Partido rector de la política; en tanto por la otra, abunda en frases manidas y asertos desiderativos de la época del más vulgar realismo socialista.

Para cualquier especialista en las materias que instiga, desde la sociología política hasta la economía, los planteamientos de Aquino aparecen sin el menor fundamento y suenan como una catarsis de muy pequeño alcance: una cantaleta más de las que van a sumarse a las presiones ideológicas en el contexto de confrontación cubano. Pero, para alguien que reconoce, como especialista, las aristas y el contexto en que se inserta, sí se hacen evidentes ciertas intenciones con las que creo necesario polemizar.

Primero: oportunismo de campaña propagandística electoral ante un Congreso que, entre las reducciones financieras y la superpoblación de su membresía, va a dejar fuera a un numeroso grupo de delegados naturales y acaso imprescindibles para el buen debate, toda vez que, una simple búsqueda en Google, arroja que sus últimas noticias datan de un manipulado “escándalo”, por el cierre de un centro nocturno privado dentro de su proyecto «La ópera de la calle», siempre asistido por el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, del Ministerio de Cultura, como se demostrara entonces.[2] Hay, por demás, en el petardo, varias alusiones a la elección de los delegados y directivos de la UNEAC.

Segundo: comunión abierta y elemental con el discurso de campaña mediática contrarrevolucionaria, al punto de equiparar el bloqueo estadounidense, que data de 1961 y ha sido una y otra vez condenado por la inmensa mayoría de las naciones de la ONU, con lo que considera bloqueo “desde dentro”, al que califica, por cierto, como “más criminal” que el estadounidense. Ni un estudiante de primer año de Psicología puede dejar de percibir el uso interesado de las simpatías, o sea, de la complicidad con esa acción criminal de quienes, al bloquear la nación, median para sus intereses los patrones de opinión.

Tercero: una retórica altamente politizada, y a la vez nula en sus valores cognoscitivos, que, en tanto predica como derrotero necesario la transformación revolucionaria, niega su posibilidad y la reduce a determinadas conductas de decencia ciudadana, contigua, sin proponérselo acaso, a la campaña por la recuperación y formación de valores que desde la educación se propaga en el país. Por ironía, ciertos esquematismos que ponen en peligro el éxito de la campaña educativa oficial, se reiteran en el petardo electoral de Aquino.

Cuarto: una ignorancia concreta del papel activo y las limitaciones de los aparatos burocráticos de estado. Como decir, buscándole alguna analogía musical aproximada, que Anita Cerquetti es mejor que María Callas porque se retiró temprano a la decencia de la vida doméstica, en tanto Pavaroti es superior a ambas porque unió su voz a cantantes como Tracy Chapman o el rapero Giovanotti. O sea, y como se ve, un sinsentido que, sin embargo, busca un determinado objetivo ideológico: el descrédito del estado y el Partido Comunista de Cuba que, según señala, son capaces de convertir en títere de fácil manipulación a instituciones como la UNEAC. Lo dice claro, aunque con muy poca altura.

Quinto: una confusión de puro arroz con mago entre lo que considera aspiraciones “nuestras” y “del estado”. La confusión, no obstante, no se queda en ello, sino que se transforma en ofensiva a costa de los individuos que pudieran estar implicados en ese proceso de indefensión que dice denunciar.

La lista podría extenderse, desde luego, pero lo básicamente importante, al menos desde mi perspectiva de intelectual que ha trabajado largo por la UNEAC, está en llamar la atención sobre la verdadera naturaleza, sea o no intencionada, de este tipo de asertos, donde la alocución se convierte, con intención marcada o no, en vocero de patrones de dominación cultural que el capitalismo bien ha sabido reproducir como si fuese producto del esfuerzo ante la libertad de opción y de expresión. Y lo más importante, no perder de vista la constante polémica que tanto el trabajo institucional, como el desarrollo individual de la obra de escritores y artistas necesita, incluido en ello, cómo no, el papel del estado, el Partido y, no olvidarlo, la sociedad civil, en el aprovechamiento y desarrollo de los bienes concretos que el sistema socialista cubano ha dejado durante su historia.

Si los debates previos al Congreso de la UNEAC, y su propia agenda de trabajo, se dejan secuestrar, en nombre de ciertos espejismos democráticos, por mecanismos y alegatos que sí son dóciles instrumentos de la hegemonía cultural, se pone en peligro el salto que la organización debe asumir. Aunque este es ya otro tema, y deberá ser tratado en su momento.

[1] Téngase en cuenta que el Proyecto de Lineamiento de la Política económica y social cubana fue una plataforma lanzada desde el sector estatal y partidista que resultó significativamente modificada en su proceso.

[2] Véase «La Ópera que nunca cerró», La Jiribilla, nro. 587, agosto de 2012, disponible en http://www.lajiribilla.cu/2012/n587_08/587_29.html

Acerca de ogunguerrero

Oggun, orisha guerrero; con Oshosi, dueño del monte; con Elegguá, domina sobre los caminos. Mensajero directo de Obatalá. Rey de Iré, vaga por los caminos solitario y hostil. Jorge Angel Hernández, poeta, narrador, ensayista (31/8/61)
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8 respuestas a El Congreso de la UNEAC y los petardos

  1. Reblogueó esto en El blog de La Polilla Cubanay comentado:
    Un muy importante análisis que es necesario tener en una perspectiva bien clara…

    • ogunguerrero dijo:

      Gracias, Rosa por tu lectura. me alegra que compartas al menos parte de mis ideas, espero también que cada cual tenga la suya y la socialice con naturalidad civilizada, que ya sabes lo chancletero que se pone este barrio de Internet con frecuencia…

  2. Ulises Aquino dijo:

    Estimado Señor, Jorge Ángel Hernández:
    La información a la que usted se refiere en su articulo, fue un análisis que hice entre mis amigos en mi pagina de Facebook, cosa nada oficial y que consideraba necesario expresar sin ningún tipo de oficialidad, pues de lo contrario hubiera buscado un espacio oficial para hacerlo que existen muchos.
    Es decir, que yo no se la he hecho llegar a usted, por tanto, no se si tiene usted derecho a utilizar mi nombre de la forma en que lo hace en su articulo, o responder a algo, que de antemano no esta dirigido oficialmente a usted.
    Yo no me he autoelegido para nada, no tengo más aspiración que la de que logremos una UNEAC fuerte, capaz de enfrentar los difíciles retos que se nos vienen encima ante tanto intrusismo y la pasividad con que se ha enfrentado. Por tanto huelga el propósito expreso de colocar en tela de juicio mis análisis, porque así como usted considera que me he autoelegido, de igual manera estimo yo, que usted se ha autoproclamado analista de un asunto, que para nada le compete, y que si es miembro de la UNEAC, habrá podido en nuestras plenarias y reuniones escuchar intervenciones con criticas mas profundas, que las que hago yo, que no son mas que las vivencias de mas de treinta años en este sector, donde los problemas se acumulan sin respuestas, para los artistas en general, y para los miembros de la UNEAC.
    Mi análisis es el de cualquier cubano, y el de cualquiera de los miembros de la UNEAC. Parece que esta muy cercana mi opinión a la de muchos miembros de nuestra Unión, porque fíjese, sin pretenderlo hoy fui elegido con una importantísima cantidad de votos como delegado a nuestro Congreso.
    No voy a valorar su retorica en cuanto a lo ocurrido con El Cabildo, porque seria echarle leña, a un fuego que aun arde, y que usted sin el mas mínimo conocimiento, y con mucha intención de demeritar, se atreve a emitir juicios para los cuales no posee ni la mas mínima información real. Eso es propio de nuestra prensa, no se preocupe, no es usted el único, desgraciadamente descalifican a la gente cuando no puede responder con argumentos validos, porque saben que son muy pocos los que tienen los medios para responderle, pero poco a poco iremos erradicando esa mala manía, ya lo dijo nuestro Vicepresidente en el Congreso de la UPEC.
    Con respecto a mi carrera como barítono, tiene usted razón, alguna que otra vez he cantado en televisión, porque lamentablemente la mayor parte de mi vida me la he pasado cantando en todas partes, sobre todo en lugares donde estoy seguro que usted no sabe que se dedican a presentar la música que yo interpreto, y le invito a que participe, porque pienso que ocupa usted demasiado de su tiempo en ver nuestra maravillosa programación televisiva, que aprovecho para decirle que también ha sido muy cuestionada en las plenarias de la UNEAC.
    En fin, me alegra mucho que me dedique la atención que no merezco, seria mas util, pienso yo, y mejor, que aprovechara ese espacio que alguien le dio como BLOGU, para informar a los pocos que tenemos Internet de lo que sucede en las plenarias previas a nuestro Congreso.
    Informarnos también cono es que tiene usted un Blog, si todavía estamos luchando por lograr tener conexión a Internet, para ver si conseguimos uno, cosa esa que también se discutió muy fuerte en las asambleas. Como mismo se ha discutido mucho sobre la incapacidad de la critica, la parcialidad de los análisis, la falta de objetividad de la prensa actual, en fin, de muchos aspectos que sin duda tenemos que mejorar, y que estoy seguro que podremos contar con usted para que haga un ejercicio libre de todo lastre y de todo encargo. Por el contrario podra ayudarnos a entender como es que pudimos sobrevivir a tantos mediocres que se han dejado utilizar, y que le dan mas importancia al deseo que pueda tener un ciudadano cubano de participar en la reconstrucción de muchos valores perdidos, como el de la honestidad, por ejemplo.
    Le propongo que me entreviste para su Blog Jorge Ángel, así tendremos los dos la oportunidad, usted de informarle a sus lectores, y yo a mis amigos, no lo dude que será muy beneficioso, también podremos explicar de primera mano, lo que paso con «El Cabildo».
    Estoy seguro de que pronto me llamara para esa entrevista, y este seguro que no será necesario que descalifiquemos a nadie, porque usted no me lo va a permitir, al final un error lo comete cualquiera.
    Ulises Aquino

    • ogunguerrero dijo:

      Estimado señor Aquino, este comentario suyo indica, una vez más, que se aventura a tener opiniones sobre lo que desconoce, pues demuestra no saber quién soy, ni qué he hecho por la cultura como autor. Pudo haber entrado a los datos del autor en este mismo sitio, en tanto colocaba el comentario, para enterarse un poco al menos. No soy periodista y si revisa mi blog, no hallará entrevistas hechas de mi parte aunque sí podrá leer críticas de fondo sobre nuestra realidad, nuestra cultura, nuestro estado y nuestra sociedad en general. Por cierto, esas críticas, bastante fuertes por cierto, no ponen en riesgo el sistema a costa de las personas, como lamentablemente ocurre con su escrito. No me autoproclamo especialista, sino que lo soy, por obra, que es lo único importante a mi juicio, pero además por título. Imagínese que dijera que Ud. “se autoproclama barítono!!!!!!” Creo que en mi post lo he tratado respetuosamente y que solo he hecho ejercicio de mi criterio personal (lea mi obra, también en libros, y compruébelo, por favor, y así me evita devolverle la sugerencia de dedicar menos tiempo a la televisión con la de conminarlo a compartir su devoción por la promoción con la búsqueda de conocimiento serio, incluyendo, de ser posible, el científico); y la libre opinión personal es algo que usted reclama con vehemencia, y con razón. Sin embargo, me niega, desde su perspectiva, el derecho a opinar sobre algo que es de dominio público, ya veo, según me informa Ud. mismo, que a través del uso de las Redes Sociales, en específico Facebook, donde tengo un perfil y un considerable número de amigos pero, sinceramente, no interactúo con frecuencia. Mire si se equivoca que, cuando no tendría derecho a la opinión pública sería en caso de que se tratase de correspondencia directa, en efecto privada. Si lo comparte Ud. en una red social como Facebook, ¿a qué esperamos?
      Y, si me permite dejar de lado esa nimiedad, ¿por qué de golpe le teme a la polémica? ¿Reclama, por un lado, la libertad de opinión pública en tanto por otro pretende restringirla para quienes no coincidimos con partes de la suya? Entienda que no es coherente ni siquiera con sus peticiones y que de su comentario, o su conversación, se puede extraer fragmentos que demuestran lo que digo, solo que evité llegar a tal extremo para llamar la atención sobre la calidad de los debates (donde no participaré, seguramente, y para los que solo dispongo de la opinión pública), como en los Congresos anteriores, ya que jamás consigo, por “incómodo” acaso, disponer de la necesaria popularidad de votos, pues a mi entender varios de los propósitos del Congreso anterior no se han cumplido en tanto otros revelan que urgen derroteros mayores y más profundos. Cada cual traza, desde luego, su estrategia de expresión y entiendo que si Ud. pretende seriamente beneficiar a la UNEAC, y contribuir a su transformación y mejoramiento, lleva por ese camino una empedrada ruta al infierno. Y corrijo esta figura literaria, (puede llamar “retórica” a mi estilo analítico, discriminándolo si quiere, pues más que todas las discriminaciones visibles, la de la teoría sufre uno de los mayores ataques, sin que encuentre activistas voluntarios que la defiendan, pero la sostengo y la reivindico, así que ni siquiera me ofenderían esos calificativos del tipo “metratancoso” que históricamente han tildado a lo teórico y, por ende, a esa parte de mi obra): está, a mi juicio, de ciudadano y de especialista, absolutamente errado, tanto en perspectiva como en visión sistémica como en análisis histórico. Es víctima del patrón de juicio de hegemonía política global. Su tabula rasa es lo que llamamos comúnmente “una pataleta”. Y lo expreso públicamente, en mi blog personal, para que se confronte la opinión. Su intervención me sirve de ejemplo aunque supongo que no será la única, de ahí que lo haga público, insisto, por si no me entiende bien aún. Y, para cerrar esta parte, la equivocación es admisible, pero no la ofensa y la diatriba, sobre las cuales Ud. se monta, como con claridad lo señalo en mi trabajo.
      Y ya que le preocupa tanto por qué tengo un blog, le pregunto: ¿No se ha enterado Ud. de que el dominio wordpress es libre y solo tiene que conectarse y abrir su propia bitácora, con muchas facilidades de uso, por cierto? Tampoco hay que ser absolutamente nada para ello, basta con saber leer y usar los más rústico mecanismos de Internet. Y cada cual llegará hasta donde sea capaz. Y a lo de conectarse vamos, claro: ¿no le ha comunicado a Ud. el ejecutivo de su sección de la UNEAC que todo miembro tiene derecho al servicio de Internet por una suma magra, aunque con una velocidad que a veces desespera? ¿No sabe, tampoco, que esa desesperante velocidad se debe, justamente, a las circunstancias del Bloqueo estadounidense, que no es un pretexto (aunque muchos así lo usen), sino una realidad quemante sobre la población cubana, Ud. y yo incluidos? Espero que sus preguntas repitan el patrón de ignorancia de su comentario y no el de implícitos, aunque detectables, propósitos. Y le digo más: fue su comparación entre ese Bloqueo genocida (perdone que use este calificativo, cierto, aunque manido, por primera vez) con la del que Ud. llama “desde dentro”, la que me llamó a preocuparme, y a polemizar. Desde dentro tenemos otras cosas, muchas, pero no algo así como lo de los EEUU. Y tenemos, por si no fuera poco, desde dentro, sus sofisticados métodos de propaganda subversiva. ¿Le viene a mal que polemice con Ud. de una manera pública? Y, por último en este punto, si, como me acaba de revelar en su comentario, goza Ud. también, como yo, del efectivo privilegio de acceder a Internet, ¿por qué no pensó que debía “explicarlo”, si de igual a igual hablamos?
      Como escritor, participo en asambleas de literatura y lo he hecho, siempre, en las plenarias de Villa Clara, un sitio que seguramente está algo lejos de los escenarios físicos donde Ud. u otros artistas del lírico se presentan habitualmente. Una provincia, en concreto, donde se sufre mucho más el repliegue que en la capital, tenga en cuenta ese otro tópico de discriminación. Y tenga en cuenta, además, y con más relevancia, el tópico de aporte a la cultura que hemos hecho a pesar de que muchos, como lo acaba de demostrar Ud., ignoren nuestra obra.
      Le ruego, por demás, que lea correctamente lo que he escrito, pues yo hablo de su perceptible intención de campaña promocional para la elección de delegados, no de “autolelegirse”. Me demuestra, sin embargo, que bien lo había entendido, el hecho de que haya aceptado la candidatura, lo cual suponía, pero no me tomé el trabajo de comprobar, lo reconozco, y de que haya salido delegado con tanta cantidad de votos. De algún modo eso demuestra una pluralidad que Ud. le niega a la UNEAC. ¿Cómo fue que no lo eliminaron por incómodo? Y le añado más: ¿cuántos votos tuvo y cuánto porciento representan esos votos del total de los miembros del país? ¿Sacó la cuenta? ¿Ve que para su caso tampoco hay democracia participativa, sino representativa (léase a Dussel, por ejemplo, publicado en Cuba hace poco por Ciencias Sociales) y que su pretensión de mayoría no es más que una construcción sistémica más, exactamente la misma que le impugna a la UNEAC? Pero se enorgullece y lo ve legítimo, no obstante. ¿Está dispuesto a renunciar a esa representatividad, por ilegítima, como el propio Dussel, entre otros muchos, lo demuestran?
      Respecto a mi breve referencia a su proyecto, sepa que no solo tengo la opinión de la Prensa cubana, limitada, es cierto (le insisto en que lea mi obra, incluso en este blog que con plena libertad mantengo, para que vea qué opino de ella, y del estado y del PCC y de la sociedad civil cubana), pero nunca, enfatizo esto, la prensa cubana es tan mentirosa y manipuladora como aquella otra que le dio publicidad internacional a lo que he llamado, entre comillas, “escándalo”; he escuchado, no de ahora, sino de antes, la opinión personal de gentes de pueblo, alguna que otra con direcciones personales políticas nada ortodoxas y en muchos planos no coincidentes con las mías, y tienen en común, todas, que su proyecto es una buena idea que no consigue realizarse en su propio espacio y que es “todo, menos ópera”. No es una investigación de campo, pero sí una aproximación muy válida. Y, como ve, no usé esas informaciones en mi trabajo porque lo que me importa es el desarrollo de una organización a la que pertenezco por voluntad (si mañana no me satisface como para seguir perteneciendo a ella, con abandonarla tengo) y a la que no debemos cargar como objeto de nuestra propia aspiración ni con guerras de vanidad personal, tan comunes en nuestro medio. ¿Recuerda la vapuleada dicotomía significacional de Martí acerca del ara y el pedestal para la patria? La sociedad, compañero Aquino, es un ente diverso de manifestaciones y expresiones culturales y políticas. Y si su visión y análisis corresponde a la mayoría, pues triunfará la mayoría y se hará hegemónica sobre las minorías. Como autor, estoy muy acostumbrado a andar del lado de las minorías, así que, aunque me indignará la discriminación, no me será extraña. De ahí que le dedique tiempo, antes y ahora, que dice Ud. que no merece no sé si por modestia o por dejarse llevar por esa subliminal práctica de discriminación del individuo, que es tan natural en nuestra experiencia artística y cultural. Las obras de valor se reconocen, aunque no nos gusten, ni las obras ni las personas, en cualquiera de sus dimensiones en la sociedad. Ese ninguneo es el vigente espíritu de élite moderna de cuya trampa intento defenderme diariamente. Le retribuyo sus consejos con uno: No se preocupe tanto por legitimar sus actos, cree una obra grande, y podrá huir de lo mezquino.

      • Ulises Aquino dijo:

        EStimado Señor Jorge Angel Fernandez:
        Las polemicas no se buscan, nacen de las discrepancias. Le voy a responder como he hecho solo a usted, porque ha utilizado en sus respuestas argumentos descalificadores como lo vuelve a hacer en esta. Manejando criterios e informacion, efectivamente manipuladas de lo que fueron los sucesos que ocurrieron en «El Cabildo», lugar que construimos toda la Opera de la Calle (92) integrantes, tratando de encontrar un espacio digno, en un ciudad cuya red teatral no encuentra como programar a sus cientos de proyectos Culturales.
        Fue inicialmente esa formula la que encontramos entre todos los artistas porque, como hasta ahora, no estaban autorizadas otras formas de asociacion economica ni cooperativa.
        En cuanto al liderazgo, en las provincias funcionan diferentes las formas de Asociacion de la UNEAC, pero en La Habana, ademas de las Asociaciones de Artes Plasticas, Musica, Cine Radio y TV, EScritores, y Artes Escenicas, cada una de ellas ademas del liiderazgo central de la UNEAC, posee grandes Secciones cuyos liderazgos(valga la redund) han acumulado infinidad de problemas en todos estos años, y que quedan pendientes desde antes del Congreso anterior.
        Reconozco que las obras hecha en otras provincias, y sus creadores no estan correctamente promocionadas, pero no es un problema local, es general.
        Sus descalificaciones hacia mi, y hacia la Opera de la Calle, son logicas a estas alturas de este debate que se ha creado, porque no tienen mas sustento que el de descalificar como le dije en mi anterior respuesta.
        Creame que lamento que no fuera escogido para el Congreso, me hubiera gustado polemizar con usted frente a mi, y aprovecho para decirle que si viniera a La Habana por otro tipo de asunto, estoy a su disposicion, creo que seria un buen encuentro.
        Podria invitarle a visitar la Opera de la Calle, y el Cabildo construido por nosotros. Entonces podra usted hacerse un juicio por usted mismo, y no por lo que la prensa tendenciosa de alla y silenciosa de aqui, permitio que pasara. De paso no consumo el poquito tiempo de Internet que me presta un amigo. Porque ese servicio que usted tiene, aqui donde yo vivo no existe.
        Me alegro que esta polemica alrededor mio, sirviera para publicar criterios y que los lean, ademas de enterarse usted de lo que la Opera de la Calle es, si lo que sus amigos le han dicho, o si sera lo que nuestro pueblo ha dicho y ha visto que es. Mi obra no es, ni grande ni pequeña, es simplemente mi obra, construida en los mas dificiles momentos de la nacion, donde hice lo que pude, no todo lo que necesitaba la obra.
        Opera como genero, le explico, es toda obra escenico musical, comprometida con una dramaturgia, o libre de ella, como performance del discurso que entregamos. La Opera bellcantista responde a otros principios en los que el discurso vocal, es el protagonista por sobre la historia a contar.
        Por ultimo señor mio, yo no necesito legitimizar nada, no dudo de que puedan haber puntos de vista con otros matices y otras miradas diferentes a la mia, de lo que puede esar seguro es de que fueron hechos partiendo de la honestidad, desde el compromiso, y con los mejores deseos de que en ese punto donde topan los criterios avance la nacion.
        Por favor, no entienda de mis palabras, ni la mas minima frase agresiva, pues no estarian en sintonia con mi intencion, ni con lo que estoy convencido que deseamos ambos. Simplemente mirelas con todo el respeto que siento por lo que ha expresado, aun cuando estoy convencido de que muchos de sus analisis, parten de errores anteriores en cuanto a lo que se ha escrito por medios de informacion, que no se ajustan a la verdad.
        Las descalificaciones polticas, usted sabe, tienen una especial connotacion en nuestro pais, y son a diario utilizadas para encontrar respuesta a cuestionamientos hechos desde posiciones sinceras y revolucionarias para los que no han existido respuestas logicas.
        Considero suficiente este intercambio, al menos para mi, y no le temo para nada a la polemica, eso si, desde la base del respeto y sin entrar a analizar criterios u opiniones de otros, sino propias, y sin descalificar el trabajo de los demas, maximo cuando no se conoce.
        Ulises Aquino

  3. ogunguerrero dijo:

    Añado el Boletín especial de febrero 11 de 2014, con aclaraciones de Aquino

    2014-02-11

    Boletín especial es un servicio informativo de Cubarte, que con inmediatez, le mantiene al tanto sobre temas de interés, a partir de las informaciones recibidas por diversas vías.
    A continuación, reproducimos el texto que está circulando la red Cubaescena.

    Valoraciones hechas en mi página privada de Facebook.
    No estoy respondiendo a nadie ni a nada. Estoy aclarando determinadas posiciones que considero deben quedar fuera de toda duda.
    Todas mis consideraciones sobre la UNEAC, fueron con el afán de revitalizar los espacios que a mi modo de ver han perdido su protagonismo en la vida social y cultural de la nación. El liderazgo del que trata nunca pone en duda el protagonismo de su Presidente, Dr. Miguel Barnet, para quien siempre me faltará vida, o tiempo, para agradecerle cuanto ha hecho por todos, y particularmente por mí y por mi obra.
    La indefensión de los artistas a la que me refiero, trata fundamentalmente de la ausencia de una estructura sindical que represente a los artistas con todo su cuerpo legal. Jamás cuestiona el apoyo irrestricto del Estado cubano al mundo Teatral el cual es un ejemplo en el mundo de hoy, a pesar de los pocos recursos con que cuenta el país.
    Con respecto al ELEGIDO aclaro, que mi pasión por la Patria y mi apoyo a la revolución han estado en el centro de mi vida, sin la más mínima pretensión de ocupar algún puesto político, por tanto, sí, fui elegido por mis compañeros para el Congreso de la UNEAC, e intentaré desde mi modesta posición alcanzar las aspiraciones de los miembros que represento.
    La referencia a «El Elegido» estoy casi seguro que no pretendía colocarme como alguien que no fuera escogido para otra cosa, ni para otra causa, ya que mi vida es una prueba de lealtad a la Patria, y a sus más profundos y cívicos ideales.
    Mis puntos de vista, pueden tener errores, no lo dudo, pero fueron hechos desde un espacio donde prima la libertad en el que todos podemos y debemos expresar nuestras ideas.
    Ulises Aquino

  4. ogunguerrero dijo:

    Reviso un boletín anterior, del 9 de febrero de 2014 y veo un Dossier que incluye el comentario de Aquino, mi propio trabajo, tomado de Cambios en Cuba y otros dos, uno de A. L. García y otro de Pedro de la Hoz.
    Lo añado además a este post, para que no falte información si se la requiere:

    2014-02-09
    Boletín especial es un servicio informativo de Cubarte, que con inmediatez, le mantiene al tanto sobre temas de interés, a partir de las informaciones recibidas por diversas vías.
    A partir de los comentarios y opiniones que ha suscitado la circulación por correo electrónico del texto «La UNEAC, antes del Congreso», de Ulises Aquino, le hacemos llegar este y otros artículos publicados.
    INDICE
    1.LA UNEAC, ANTES DEL CONGRESO. Ulises Aquino
    2. EL CONGRESO DE LA UNEAC Y LOS PETARDOS. Jorge Ángel Hernández
    3. ALEGATO DE UNA CLAUDICACIÓN. A.L. García
    4. LA ÉTICA DE UN COMPROMISO. Pedro de la Hoz..

    La UNEAC, antes del Congreso.
    Mi participación en las Asambleas preparatorias del Congreso de la UNEAC, me ha llevado a escribir varias ideas que considero inaplazables en el contexto actual, y que siento que urge valorar por todos, antes de esta magna cita de la intelectualidad cubana.

    Cualquier análisis, antes de entrar a valorar nuestras problemáticas, que no por históricas han dejado de tener tanta o más vigencia que nunca, debe pasar primero por cumplir con el deber ético de valorar la génesis de tantas insatisfacciones, para tratar de entenderlas en su esencia, para así encaminarnos a sus posibles soluciones.

    Tenemos el deber de partir del inicio, y con seriedad profunda preguntarnos, ¿por qué y para que se fundó la UNEAC? ¿Cuáles fueron los objetivos, y qué vigencia tienen hoy los intereses fundacionales? Como premisa fundamental sin duda, fue la de sembrar semillas para que fecundara la esencia de los artistas y el pensamiento revolucionario, desde donde emergieran libres las ideas de la vanguardia artística, de su pensamiento. Con la misión de potenciar las obras y la creación de lo mejor, de lo más significativo, y trascendental de la intelectualidad cubana. Para que fuera refugio obligado del pensamiento inteligente, para el debate honesto y enriquecedor de aquellos entonces nuevos tiempos.

    ¿Que UNEAC tenemos hoy?

    La UNEAC de hoy, es una leve sombra de la que soñaron muchos de sus fundadores. Es reflejo de la realidad de la nación. Instrumento de un pensamiento político que no logra adaptarse ni engranar con los nuevos tiempos, condicionada por el distanciamiento entre las necesidades ideológicas de nuestros días y las prácticas históricas.
    Sin liderazgo ni iniciativa para cambiar lo que necesitamos cambiar, donde los obedientes y los que comulgan con los obsoletos métodos, se acomodan a repetir consignas para proteger un status que los ha convertido en casta. Que no funciona como contrapeso entre nuestras aspiraciones y las del estado, en cuya conveniencia como ya está demostrado, ni se acerca a las nuestras.

    La UNEAC de hoy también, se ha convertido en otro medio más donde la burocracia ha logrado imponer su voluntad por encima de la de sus miembros. Miembros que por otro lado, desde hace mucho tiempo no tienen ni Sindicato que les represente, porque también representa al estado.

    Momento de indefensión tan grande como el que hoy padecemos los artistas no ha existido antes. Quienes nos dirigen, no nos representan. La burocracia, inventa mecanismos y se regenera, no admite que podamos escoger directamente el liderazgo que necesitamos. El Partido la utiliza, con sus comisiones de candidatura, para obviar a los incómodos en favor de los que convienen y de los que obedecen. Son hoy los responsables de que nuestro futuro sea más incierto que nunca antes, porque hablan en nombre de todos sin contar con nosotros, y hablan de Cuba mirándose solos por dentro.

    ¿Cuál es la Unión que necesitamos?

    Necesitamos una UNEAC viva, vibrante y revolucionaria, consciente del momento, del escenario actual que padecen los artistas, donde podamos elegir y votar de manera directa por los que nos van a representar, para que sean nuestra legitima representación, para que no elijan por nosotros, sino para que elijamos al que represente a la mayoría de nosotros. Para que podamos cambiarlos cuando no cumplan con nuestras aspiraciones. Esa práctica electoral ha conducido a nuestro país a la apatía, a la desesperanza, la misma que ha demostrado que las decisiones estarán de antemano reservadas para que las ejecuten los que no generaran conflictos, y que por simple lógica tampoco generaran desarrollo.

    Por eso sabemos que ser y mantenernos revolucionarios hoy, es muy difícil. Es mucho más difícil, porque la generación del centenario sabia contra quien luchaba, hoy cuesta mucho mas identificar a los verdaderos enemigos de la revolución, se hace más difícil encontrar donde y debajo de que rostro se esconden.

    Nuestros enemigos no son los que disienten porque desde sus perspectivas aspiran a una Cuba revolucionaria mejor. Esos no son los enemigos de la revolución. Hoy los enemigos son más difíciles que nunca antes, porque se esconden algunos dentro de nuestras propias filas, detrás de mascaras de revolucionarios y de militantes que los errores ayudaron a construir.

    Los que cuando pierden sus cuotas de poder demuestran su verdadera esencia, oportunistas que en nombre de la revolución, han destrozado muchos sueños de estos 55 años. Han dejado huellas largas y profundas de las que se ha alimentado el imperialismo, donde han ganado espacio los simuladores que fabrican falsos disidentes cuando se ejerce el simple y sagrado derecho de no estar de acuerdo.

    Son los que nos incitan a luchar contra los hacedores de riqueza y bienestar legítimos, en vez de luchar contra los que con su actitud nos condenan a la miseria, al desencanto, a la desesperanza. Son los mismos que construyen barricadas burocráticas y nos obligan a pasar trabajo para vivir con dignidad.

    Los que desconocen la vida sin las prohibiciones que desencadenan la miseria, espacio donde nacen los peores valores, donde nunca nace el pueblo, sino la chusma. La chusma, que no es pueblo, que no es ciudadanía, que solo se combate, combatiendo las causas de la miseria, la marginalidad, el igualitarismo, la violencia y sobre todo la incultura, hijas todas de la burocracia. Los que no actúan con educación, que no son ejemplo para que no puedan hacer nido la vulgaridad entre los revolucionarios.

    Revolucionario es hoy quien demuestra valores cívicos como no traicionarse, no envidiar, no robar, trabajar bien, servir con honor a la Patria, y decir que no, cuando no se está de acuerdo, actuar con sentido propio por el bien de los demás, crear riquezas con el trabajo honrado, para uno y para el bien de todos.

    El que rinde homenaje la virtud y no a los oportunismos y las falsas adhesiones. El que lucha por cambiar todo lo que tiene que cambiar, y a todos los que tenemos que cambiar.

    ¿Qué prosperidad podremos lograr con las imposiciones y los limites que le impone la burocracia a las aspiraciones, al trabajo, el esfuerzo, a la inteligencia, fuerzas legítimas generadoras del desarrollo? La falta de productividad no es responsabilidad de los trabajadores, es responsabilidad de los errores políticos, de los intereses creados por una elite que le teme a la independencia de la gente. Que en su lucha contra la improductividad solo encuentra soluciones aumentando desproporcionada y arbitrariamente los precios que deben pagar los que trabajan mucho y crean riqueza, para sostener a los que no hacen nada. Para patrocinar un enorme estado diseñado por burócratas y tecnócratas cuyos gastos nos condenan al malvivir. Esos son los errores que desalientan a los revolucionarios, que alimentan al imperialismo, a la reacción, a la contrarrevolución. Esas graves faltas a la democracia socialista que han provocado el abismo que separa, a los revolucionarios de la burocracia que se apropió de la revolución.

    Burocracia que no sabe crear, que se alimenta de nuestras necesidades y de las prohibiciones que impone. No se trata de regresar al capitalismo voraz, porque «La cultura es un concepto fundamental del socialismo, cuando necesita y concreta el concepto de libertad en el ejercicio del pensamiento, y la adquisición de ideas», principio fundamental para pensar y saberse dirigir en la vida .Se trata de ser todo, y lo mas socialistas que debemos y tenemos que ser. La cultura es la historia, el fruto de la vida de los hombres y es, al mismo tiempo, el modo de ser de los hombres en su realidad histórica. No se puede existir sin cultura, sin ser cultos, sin crear culturalmente y no todos crean para siempre. No todos pueden hacerlo, son los intelectuales, los que le impregnan conciencia al campo económico, al social y al político.

    De la vida social, la más importante, es, precisamente, la vida intelectual, porque todos los hombres, en diferente grado, son intelectuales. La sociedad los necesita, por una parte, para que cultiven su lado intelectual y lo engrandezcan y, por otra, para que la ayuden a organizar su razón de ser. Los intelectuales son creadores de cultura y organizadores de la vida social, y para ello no necesitan tener puestos burocráticos o alguna forma de poder. Lo hacen espontáneamente, sin que nadie se lo encargue o se lo indique, porque determinan siempre el rumbo de la vida social, para bien o para mal, y dejan de ser intelectuales cuando se convierten en «mandaderos» de la clase dirigente.

    El socialismo, para que pueda ser eterno en Cuba primero tiene que ser productivo y competitivo, para luego ser justo en la distribución de las riquezas. No se es más justo ni más socialista por entregarle al que tiene menos por el simple hecho de que tiene menos, porque no se esfuerza.

    Seremos más justos y más socialistas cuando sostengamos al que no puede, pero se esfuerza, a nuestros ancianos, a los discapacitados, a los que verdaderamente necesiten de nuestra ayuda.

    No debemos repetir más que nuestra salud pública, nuestra educación, el deporte y la cultura son gratuitos, eso no justifica el esfuerzo de nuestro pueblo todos estos difíciles años. Todos esos beneficios sociales los conquistó la Revolución para que con el aporte económico de todos nadie quedara excluido.

    Pero no son gratis, nos cuesta a todos, los pagamos todos, no son un regalo, es un derecho adquirido por la revolución de todo el pueblo.

    Esas conquistas no aceptan la mirada de la tecnocracia como algo negociable o sustituible, porque es la contribución de todo el pueblo de Cuba. Tanto o mas que como subvencionamos nuestro ejército, nuestra policía, para que sirvan al pueblo como funcionarios públicos, no al revés.

    No sería justo atacar a nadie en particular, a ninguna institución.

    Llegamos hasta aquí como hemos podido, a pesar del imperialismo que con su obtusa mirada nos ha querido condenar con un bloqueo doblemente brutal.

    Doblemente, porque es intrínsecamente criminal, pero de nuestra parte es más criminal porque se impone desde adentro y sigue siendo el pretexto ideal para justificar los errores cometidos, con sus consecuencias.

    Espero que estas palabras nos sirvan a todos y a todas cuando hablemos, a las personas naturales, a las jurídicas, porque no existirán soluciones mágicas mientras no partan de nosotros mismos, mientras consintamos que nuestro único partido sea excluyente, y que por el hecho de ser único, no le exijamos que sea más democrático que si existieran cien. En el que deben inscribirse todos los hombres y mujeres de nuestro pueblo interesados en el mejoramiento nacional, que no puede ser excluyente si quiere ser democrático, y que no puede ser selectivo si nos va a gobernar a todos, porque la libertad es la fuerza inmanente de la historia, la que hace explotar los esquemas preestablecidos, y porque el desarrollo y la prosperidad están condicionados por el ritmo de la libertad.

    Ulises Aquino.

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    El Congreso de la UNEAC y los petardos
    Publicado en febrero 8, 2014 Tomado Cambios en Cuba

    Jorge Ángel Hernández.
    La proximidad de un nuevo Congreso de la UNEAC despierta expectativas en la absoluta mayoría de sus miembros; en unos porque su sentido de pertenencia los lleva a contribuir para que su camino continúe, con aciertos y errores, como es natural en toda obra humana, contribuyendo a la cultura cubana y, con ello, al mejor destino de la nación; en otros, porque el grado de legitimación que otorga la organización les permite «arañar» determinadas prebendas y, en otros, porque nos hallamos en un momento imprescindible, difícil y crucial, a veces caótico y errático, de la actualización del modelo socialista cubano.

    Algunas de esas decisiones, por supuesto, pueden inclinar la balanza hacia una u otra dirección, proyectando tanto la continuidad como su ruptura definitiva. Son puntos de análisis impostergables que merecen abordajes serios, profundos y, sobre todo, ajenos a los eternos prejuicios que los patrones de juicio de la Guerra Fría dejan aun en el imaginario cultural de la ciudadanía.

    La creciente apertura al respeto a la opinión ajena, impulsada desde la propia plataforma oficial del estado cubano, ramifica el espectro de criterios, según sean las expectativas y, sobre todo, las posibilidades de alcance de los exponentes.[1] No hay que olvidar que a través de la UNEAC, y de instituciones culturales, se han lanzado plataformas tan importantes como la de la lucha contra la discriminación racial que la tradición cultural reproduce aun a pesar de los nuevos contextos, o la que atañe a la diversidad sexual, tan artificialmente manipulada en el contexto de la globalización que une al siglo XX con el XXI, o incluso la de la democratización concreta de las relaciones entre la burocracia institucional y la sociedad civil.

    Si se tiene en cuenta el shock que imprimió a la sociedad cubana el derrumbe del socialismo europeo, y la agudización de las limitaciones comerciales en medio de una crisis global estructural del sistema hegemónico, habremos de admitir que, pese a errores y limitaciones de perspectivas para su proyección futura, insisto, la UNEAC, como institución, se ha colocado en la avanzada de la transformación cubana y, muy importante, en el centro de la socialización de las ideas más polémicas, no solo en el ámbito político, sino también, y con mayor importancia, en el ámbito cultural de la ciudadanía. De sus abiertos, agudos y diversos debates, han brotado esenciales directivas de trabajo para la nación. Cualquiera que se aventure a confrontar los documentos detectará que hay derivaciones importantes de su trabajo en los derroteros programáticos, oficiales por tanto, del estado, y no precisamente a la inversa, como lo repite la incansable y bien financiada propaganda. Los artistas y escritores que, por mérito y decisión propias, a la UNEAC pertenecen, no se han limitado a defender sus estrechas parcelas creativas, lo cual indica hasta qué punto se ha logrado un pensamiento comprometido con el mejoramiento de la sociedad. Y ello se refleja también, con ritmos diversos, según se profundice en el tema, en los itinerarios del trabajo institucional de la organización.

    Pero nada de esto, y de mucho más que para no pecar de exhaustivo dejo en el cajón de lo implícito, borra el efecto que ciertos patrones de oportunismo interesado imprimen al contexto de confrontación ideológica. Sobre todo aquel donde es posible hacer que la detonación de petardos aparentemente aislados suene claramente como un instrumento de campaña mediática contrarrevolucionaria, en el más semántico, y además teórico, sentido de este término.

    Así he recibido en mi buzón personal de correo, al parecer producto de una de esas petardocomunes cadenas de reenvío, un llamado del barítono Ulises Aquino, cuya excelente voz he escuchado alguna que otra vez por la televisión cubana. El tono del petardo de Aquino es anodino, aunque pretende presentarse como valiente y revolucionario, incluso intentando combinar las retóricas extremas de la etapa de Guerra Fría: por una parte, injuria a la UNEAC, con una clara extensión a los aparatos burocráticos de estado y, sobre todo, al Partido rector de la política; en tanto por la otra, abunda en frases manidas y asertos desiderativos de la época del más vulgar realismo socialista.

    Para cualquier especialista en las materias que instiga, desde la sociología política hasta la economía, los planteamientos de Aquino aparecen sin el menor fundamento y suenan como una catarsis de muy pequeño alcance: una cantaleta más de las que van a sumarse a las presiones ideológicas en el contexto de confrontación cubano. Pero, para alguien que reconoce, como especialista, las aristas y el contexto en que se inserta, sí se hacen evidentes ciertas intenciones con las que creo necesario polemizar.

    Primero: oportunismo de campaña propagandística electoral ante un Congreso que, entre las reducciones financieras y la superpoblación de su membresía, va a dejar fuera a un numeroso grupo de delegados naturales y acaso imprescindibles para el buen debate, toda vez que, una simple búsqueda en Google, arroja que sus últimas noticias datan de un manipulado escándalo», por el cierre de un centro nocturno privado dentro de su proyecto <>, siempre asistido por el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, del Ministerio de Cultura, como se demostrara entonces.[2] Hay, por demás, en el petardo, varias alusiones a la elección de los delegados y directivos de la UNEAC.

    Segundo: comunión abierta y elemental con el discurso de campaña mediática contrarrevolucionaria, al punto de equiparar el bloqueo estadounidense, que data de 1961 y ha sido una y otra vez condenado por la inmensa mayoría de las naciones de la ONU, con lo que considera bloqueo «desde dentro», al que califica, por cierto, como «más criminal» que el estadounidense. Ni un estudiante de primer año de Psicología puede dejar de percibir el uso interesado de las simpatías, o sea, de la complicidad con esa acción criminal de quienes, al bloquear la nación, median para sus intereses los patrones de opinión.

    Tercero: una retórica altamente politizada, y a la vez nula en sus valores cognoscitivos, que, en tanto predica como derrotero necesario la transformación revolucionaria, niega su posibilidad y la reduce a determinadas conductas de decencia ciudadana, contigua, sin proponérselo acaso, a la campaña por la recuperación y formación de valores que desde la educación se propaga en el país. Por ironía, ciertos esquematismos que ponen en peligro el éxito de la campaña educativa oficial, se reiteran en el petardo electoral de Aquino.

    Cuarto: una ignorancia concreta del papel activo y las limitaciones de los aparatos burocráticos de estado. Como decir, buscándole alguna analogía musical aproximada, que Anita Cerquetti es mejor que María Callas porque se retiró temprano a la decencia de la vida doméstica,en tanto Pavaroti es superior a ambas porque unió su voz a cantantes como Tracy Chapman o el rapero Giovanotti. O sea, y como se ve, un sinsentido que, sin embargo, busca un determinado objetivo ideológico: el descrédito del estado y el Partido Comunista de Cuba que, según señala, son capaces de convertir en títere de fácil manipulación a instituciones como la UNEAC. Lo dice claro, aunque con muy poca altura.

    Quinto: una confusión de puro arroz con mango entre lo que considera aspiraciones «nuestras» y «del estado». La confusión, no obstante, no se queda en ello, sino que se transforma en ofensiva a costa de los individuos que pudieran estar implicados en ese proceso de indefensión que dice denunciar.

    La lista podría extenderse, desde luego, pero lo básicamente importante, al menos desde mi perspectiva de intelectual que ha trabajado largo por la UNEAC, está en llamar la atención sobre la verdadera naturaleza, sea o no intencionada, de este tipo de asertos, donde la locución se convierte, con intención marcada o no, en vocero de patrones de dominación cultural que el capitalismo bien ha sabido reproducir como si fuese producto del esfuerzo ante la libertad de opción y de expresión. Y lo más importante, no perder de vista la constante polémica que tanto el trabajo institucional, como el desarrollo individual de la obra de escritores y artistas necesita, incluido en ello, cómo no, el papel del estado, el Partido y, no olvidarlo, la sociedad civil, en el aprovechamiento y desarrollo de los bienes concretos que el sistema socialista cubano ha dejado durante su historia.

    Si los debates previos al Congreso de la UNEAC, y su propia agenda de trabajo, se dejan secuestrar, en nombre de ciertos espejismos democráticos, por mecanismos y alegatos que sí son dóciles instrumentos de la hegemonía cultural, se pone en peligro el salto que la organización debe asumir. Aunque este es ya otro tema, y deberá ser tratado en su momento.

    [1] Téngase en cuenta que el Proyecto de Lineamiento de la Política económica y social cubana fue una plataforma lanzada desde el sector estatal y partidista que resultó significativamente modificada en su proceso.
    [2] Véase <>, La Jiribilla, nro. 587, agosto de 2012, disponible en http://www.lajiribilla.cu/2012/n587_08/587_29.html

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    Alegato de una claudicación
    A.L. García.
    Tomado del blog cambiosencuba
    Resulta muy llamativo que una especie de manifiesto del barítono Ulises Aquino haya empezado a circular, justamente, en estos días previos a la celebración del VIII Congreso de la UNEAC. Su propio título (La UNEAC, antes del Congreso) hace evidente la intención del autor de colocar en el marco de ese evento los temas que quiere debatir.

    En un contexto en el que además se están eligiendo los delegados y precandidatos al Consejo Nacional y a la dirección de las Asociaciones Nacionales, hacer circular un manifiesto como el de Aquino viene a funcionar inevitablemente como una obvia fórmula de autopropaganda electoral.

    Para empezar, Aquino se refiere a la UNEAC con un la intención expresa de desmoralizarla y desacreditarla; la acusa de no poseer liderazgo ni iniciativa y de tener, entre quienes la dirigen, a personas que no representan los intereses de sus miembros porque no fueron elegidos “directamente” por ellos, a causa de lo cual los artistas viven un “momento de indefensión” sin precedentes.

    Cuando menos, de inconsecuente puede calificarse que el autor de este texto diga algo así de la organización en la que acaba de aceptar un cargo de dirección a nivel de base. Si la UNEAC es un nicho donde a su antojo campea la burocracia, donde se protegen a los “obedientes” convertidos en “casta”, ¿cómo puede Aquino asumir una responsabilidad que lo pone al mismo nivel de quienes denigra?

    Su falta de ética pone en evidencia el interés de no renunciar a ese espacio de visibilidad y, al mismo tiempo, presentarse en tiempos de Congreso como “el elegido” que puede resolver unos problemas solo identificados por él, ya que los demás se dedican a “repetir consignas”.

    En esta arremetida contra la UNEAC, a la que califica de “instrumento” (¿hará extensiva la difamación a todos los miembros de la organización?) añade que es utilizada por el Partido para “obviar a los incómodos en favor de los que convienen y de los que obedecen”.

    En su cruzada de injurias no dice cómo, no expone pruebas, obviamente. Tampoco asume la responsabilidad de señalar con nombre y apellidos a los “incómodos” o a “los que convienen y obedecen”, según su parecer.

    La que Aquino acusa de servil es una organización de demostrado compromiso con sus artistas y creadores, que en representación de estos ha sido crítica con lo que ha debido, con seriedad y ante quienes compete.

    ¿Qué espacios de debate han sido más agudos y polémicos que los foros de la UNEAC, desde donde, con verdaderos argumentos revolucionarios y una agenda ante todo cultural, la vanguardia intelectual cubana ha construido el diálogo permanente con la política?

    El objetivo principal de los miembros de la UNEAC, como afirmó su presidente, Miguel Barnet, en un artículo publicado en Granma el pasado 3 de enero, “es la salvaguarda de nuestra Nación y de nuestro Socialismo”, bandera que ahora quiere arrebatarle e izar por su cuenta Ulises Aquino.

    Y como precedente de este VIII Congreso ante el cual Aquino pretende imponer un enfoque divisionista, el II cónclave de la Asociación Hermanos Saíz fue una prueba del acompañamiento y apoyo del Estado y el Gobierno cubanos a los reclamos de los jóvenes creadores del país, encomiados por su agudeza e inteligencia, por ser serios y constructivos, por fomentar la unidad; atributos de los que adolece el texto de Aquino.

    En la clausura de ese Congreso celebrado el pasado mes de octubre, el primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel, alertaba del peligro de asumir actitudes burocráticas que si bien perjudican a toda la sociedad, en el “sector de la cultura resultan particularmente funestas”. Y esta tendencia negativa, criticada también por el propio presidente Raúl Castro, es la que ahora Aquino nos quiere hacer creer que descubre, pero en los espacios menos verosímiles, y donde, por supuesto, no figura su persona.

    Sin embargo, no por grave e irrespetuosa toda esta arremetida contra la UNEAC deja de ser un mero pretexto. El verdadero objetivo de las diatribas se le escapa al autor en varios momentos, antes de abrir el juego y declararlo del todo.

    Por un lado dice que la UNEAC, “leve sombra” de lo soñado, es un “reflejo de la realidad de la nación”. Por otro, afirma que la organización, o quizás su cuerpo directivo (la atropellada redacción no permite precisar), no funciona como contrapeso entre las aspiraciones de la base y “el estado”. “El Partido la utiliza en sus comisiones de candidatura”, ataca finalmente.

    A partir de este punto sus planteamientos fundamentales, que nunca tuvieron un componente artístico -como correspondería a “un artista preocupado” por su organización-, sino marcadamente político, van directamente contra el Partido y la Revolución, que ha sido, según él, secuestrada por la burocracia.

    ¿Que el Partido es “excluyente”, que hay que exigirle que sea “más democrático”, que quienes nos dirigen “no nos representan”? Hay que estar demasiado desinformado –o convenientemente predispuesto- para decir eso de un Partido que sometió a plena discusión popular los Lineamientos que llevó a su VI Congreso, y que enrutan los destinos económicos y sociales del país.

    “No debemos repetir más que nuestra salud pública, nuestra educación, el deporte y la cultura son gratuitos, eso no justifica el esfuerzo de nuestro pueblo todos estos difíciles años”, es otra de las memorables frases del panfleto. ¿No reflexionará Aquino que precisamente por considerar sagradas e invaluables esas conquistas, nuestro pueblo ha resistido tantos años de asedio y bloqueo –cuyos perjuicios él menciona, por cierto, levemente?

    Es perceptible su esfuerzo por utilizar un lenguaje en apariencia revolucionario –quizás para no resultar disonante del todo entre quienes sí están comprometidos. Así, asombra en su texto la inclusión de alusiones superficiales al “imperialismo” y al “bloqueo”. No obstante, su posición no deja lugar a dudas cuando dice que el bloqueo “de nuestra parte es más criminal porque se impone desde adentro”.

    A partir del giro en su discurso el barítono economista opta por instruirnos en el significado de socialismo, ofrece sus aportes al concepto de redistribución justa y defiende a “los hacedores de riquezas y bienestar legítimos”. Pecaminosa y contradictoria, la voz del empresario frustrado y resentido empieza a dominarlo. ¿A qué hacedores de riquezas y bienestar legítimos se refiere el hombre que abrió un negocio lucrativo en la sede de un proyecto artístico altamente subvencionado por el Estado?

    Ese mismo Estado que a su entender está diseñado por burócratas y tecnócratas, mantuvo un financiamiento a su proyecto cultural, Ópera de la Calle, por casi 10 años, y solo en el 2013 este ascendió a aproximadamente medio millón de pesos.

    La subvención no se retiró ni siquiera cuando para Aquino dejó de resultar suficiente el dinero obtenido del presupuesto estatal y-sin renunciar a este, oportunistamente-, a base de ilegalidades y complicidades abrió una “paladar” en El Cabildo (con personas contratadas sin la debida autorización, espacio no arrendado para ejercer la actividad, evasión del fisco1).

    En su momento, este constituyó un clásico episodio de los ataques mediáticos contra Cuba, a partir del cual se divulgó de manera tergiversada que lo cerrado era el proyecto cultural Ópera de la Calle, y no el negocio impropio.

    En el trasfondo del texto, los hechos que llevaron al cierre de este centro recreativo –el cual no tenía nada de legítimo sino que nació de la distorsión del proyecto comunitario Ópera de la Calle,- se perciben todo el tiempo.
    El que decía servir a la comunidad violentando toda normativa, y a la vez estaba comprometido hasta el tuétano con una autoridad ahora corrupta, pues sus “gastos nos condenan al malvivir”, nos revela que el Partido Comunista de Cuba es excluyente y lo iguala a la burocracia.

    Se apura a hablar de un desarrollo y una prosperidad “condicionados por el ritmo de la libertad”. ¿Que a qué libertades podría referirse a estas alturas? Claro que a la de empresa. Demasiado coherente su llamado con el discurso que intenta inocularnos la subversión.

    Pero a Aquino no le bastó con aquella experiencia de manipulación, la de El Cabildo, para volver a darle trigo a los medios vinculados a la maquinaria anticubana, pues hace unos días le concedió una entrevista al Diario de las Américas.

    Cierto que después, en su perfil de Facebook, trató de desdecirse y alegó que los puntos de vista reflejados por este no eran “una arremetida contra el gobierno de Cuba”, lo cual solo significa, de ser cierto, que se estaba reservando para ahora, oportunidad en la que ya es imposible negar su ataque abiertamente antipartidista y contrarrevolucionario.

    Entre tantas, una frase del texto de Aquino demanda particular atención: “ser y mantenernos revolucionarios hoy, es muy difícil”, asegura.

    En sus lecturas previas de historia, puede que el autor haya extraviado el hilo de la interpretación objetiva, como mismo le sucede ahora cuando intenta analizar la salud de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, y extrapolar su “diagnóstico” a la realidad política y social de Cuba.

    En todos los tiempos y contextos, ser y mantenerse revolucionarios ha constituido una tarea difícil, en tanto asumir ese camino implica el cuestionamiento constante de nuestros actos, en función del cumplimiento de un objetivo supremo, de justicia y bienestar común.

    Ser y mantenerse revolucionarios es un reto personal a la autocomplacencia, al conformismo, al acomodamiento en la mejor oportunidad; es una carrera en la que, quien la asume, se sabe comprometido a alcanzar una meta para, en el acto, proponerse llegar a la siguiente.

    La determinación de ser y mantenerse revolucionarios –si lo sabrá el pueblo de Cuba- costó muchas vidas en el tránsito hacia nuestra libertad. Y aunque a partir de 1959 la situación cambió radicalmente por la llegada al poder de un gobierno que institucionalizó esas aspiraciones, “el ser y mantenerse…” no dejó de exigir sacrificios de empeño, de voluntad, de perseverancia, de creatividad.
    Para Ulises Aquino, ser y mantenerse revolucionario –si alguna vez realmente lo fue- resultó un propósito demasiado grande, una carga muy pesada que con este texto, irremediablemente, dejó caer.
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    La ética de un compromiso
    En el camino hacia el VIII Congreso de la UNEAC

    Pedro de la Hoz
    La Jiribilla. No. 663.

    Durante la etapa actual del proceso hacia el VIII Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, que incluye en la capital las asambleas de las Asociaciones y la elección de delegados al foro y candidatos a los cargos directivos, muchos y variados han sido los cuestionamientos, las preocupaciones y las propuestas de los creadores, la inmensa mayoría de ellos empeñados en hallar vías para lograr que la producción artística y literaria incida cada vez más en los valores de nuestra sociedad.

    No es nueva esa aspiración, presente desde el mismo acto fundacional de la organización encabezada entonces por Nicolás Guillén, y renovada en el tiempo. En los momentos más difíciles de los pasados años 90, cuando en el mundo pocos apostaban por las ideas socialistas y la crisis material en el país tocó fondo, fue mucho más que un gesto la manera consciente y creativa con que los escritores y artistas cubanos hicieron suyo el argumento expuesto por el líder de la Revolución, Fidel Castro en el V Congreso acerca de que la cultura era lo primero que había que salvar.

    De entonces a acá se ha hecho mucho más visible y fluida la identificación entre vanguardia política e intelectual en el seno de la sociedad cubana, sin que ello implique subordinación ni ausencia de conflictos. Cabría hablar de debates constructivos sobre la base de un compromiso ético, que en caso de los escritores y artistas parte ante todo del compromiso con la autenticidad en la creación.

    Nadie puede ignorar ni estar ajeno al contexto ni a las circunstancias en que se desarrolla el actual proceso hacia el VIII Congreso de la UNEAC. Desde hace dos años el país vive un período de radicales transformaciones estructurales a fin de actualizar y perfeccionar el proyecto revolucionario, Sus directrices están contenidas en los Lineamientos Económicos y Sociales aprobados por el último Congreso del Partido y en los Objetivos de la Conferencia Nacional de la organización política. Nadie puede ignorar tampoco que tales Lineamientos y Objetivos fueron debatidos amplia y democráticamente no solo por los militantes del Partido sino por todos los estamentos de la sociedad, entre estos los propios escritores, artistas y trabajadores dela cultura, que expresaron con toda libertad criterios, los cuales contribuyeron a la formulación de las políticas que se han ido implementando.

    Ciertas voces discordantes, en medio del proceso hacia el VIII Congreso de la UNEAC, pretenden desconocer los aportes de la vanguardia intelectual y artística en el diseño y aplicación de propuestas de muy variado signo y diversos alcances, y el papel que la UNEAC ha desempeñado en ello.

    La organización no está ni puede estar al margen de las transformaciones del país, y en consecuencia ha venido trabajando colegiadamente en comisiones que abordan desde los vínculos entre cultura y sociedad hasta los muy complejos problemas de la economía de la cultura, y no solo en La Habana, sino en todas las provincias. Como nunca antes, en los últimos años, puede hablar la UNEAC como una organización de proyección e impacto nacionales.

    Esto no significa que la organización no tenga que revisar, en el camino hacia el Congreso, mecanismos funcionales y administrativos, redimensionar su sistema de eventos, e interactuar con más determinación con las instituciones del Ministerio de Cultura y otros organismos de la Administración Central del Estado, incluso con la CTC y el Sindicato de Trabajadores de la Cultura, para deshacer entuertos burocráticos y desembarazarse ella misma de problemáticas gremiales. En el caso de las instituciones culturales, la mayoría de los escritores y artistas cubanos abogan por introducir ajustes y cambios que hagan más eficiente su gestión y faciliten la promoción de sus obras.

    Ahora bien, la ruta hacia la necesaria renovación y el imprescindible perfeccionamiento de la UNEAC no pasa ni puede pasar por la disgregación, ni la disociación, ni la anarquía, ni la agitación desde falsas tribunas, apuestas indudablemente oportunistas que le hacen un buen favor a quienes quisieran ver fracturado el compromiso intelectual con la sociedad. Habrá que cambiar muchas cosas —de hecho están cambiando—, pero debemos defender los fundamentos de ese compromiso ético.

  5. ogunguerrero dijo:

    ¿Inconsistencias, a la postre, del camarada Aquino?
    Primero, se denuncia a una UNEAC falta de liderazgo que no es ni la sombra de la fundada, luego, se exime a su líder principal, Miguel Barnet, de toda responsabilidad. ¿De quién es el desastre entonces?
    Segundo, se dice que el Partido se deshace de los «incómodos» y usa a la UNEAC «como instrumento», faltando a todo principio democrático, luego se elogia al estado cubano y al Partido cuyo «apoyo irrestricto» se reconoce. ¿No es la UNEAC ya «instrumento», o lo es de un ente indeterminado?
    Tercero: se habla de indefensión en el petardo de campaña electoral y, luego, dice haber usado «un espacio donde prima la libertad en el que todos podemos y debemos expresar nuestras ideas». ¿Es libre o no la UNEAC, para el camarada Aquino?
    Cuarto: en la respuesta que este blog coloca, Aquino habla de no pensaba que lo fueran a proponer, lo que revela que finge (¿por qué?) su intención electoral, luego la asume al fin y promete adecuada representación de una inmensa mayoría de la cual no tiene ni siquiera idea.
    Personalmente, no creo que personas así puedan representarme, por más que se esfuercen y por mejor voluntad que digan profesar. No está dentro de sus posibilidades concretas.
    Si me escuchara cantar, Aquino, y cualquier otra persona, me mandaría a callar de inmediato, por muy buenas intenciones que tenga. Y el zapato de saber por dónde debe levantarse el camino no le queda bien a este tipo de zapatero, es la verdad desnuda. Y es lo importante para un buen desarrollo del Congreso que, por lógica, permita un posterior avance de la organización.

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