Amigo de qué

Jorge Ángel Hernández

Cuando el proyecto del libro No hay que llorar, testimonios compilados por el poeta, narrador y promotor cultural Arístides Vega Chapú, obtuvo uno de las Becas de Creación «Ciudad del Che» de la UNEAC, ciertas e indefinidas sospechas lo cercaron. Procedían de tabúes esquematizados en conductas deudoras de la burocracia tópica del realismo socialista, de cierta norma paranoica de la que el funcionariado no logra desprenderse. La  burocracia, como la materia, ni se crea ni se destruye, solo se transforma. De este modo, muy pronto esas sospechas se disolvieron en cotilleo imposible de documentar.

La Beca de la UNEAC consiste en una ayuda económica al autor para que concluya la escritura del proyecto, pero no garantiza su publicación. Es, en cierto modo, una especie de mecenazgo que la institución asume ante el desbalance que se produce entre el salario nominal y el salario real en Cuba a partir de que entráramos en el Periodo Especial. Y de esta etapa, justamente, trata el libro.

Fui uno de los escritores, y amigos, que le prometió a Arístides un testimonio —pensando en las veces en que mi hija Lenna solo tuvo arroz con azúcar para comer y los retazos que en familia acopiamos para vestirla— y que a la postre no cumplió la promesa. Sin embargo, a punto de concluir el proceso de edición, la necesidad hizo que el azar me incluyera en condición de prologuista. Esperé a la presentación del libro para subir el Prólogo a Ogunguerrero, luego de que la narradora y columnista de Cubaliteraria, Laidi Fernández de Juan, le dedicara un balance en el espacio habitual de esa publicación. En ese texto, Fernández anunciaba:

“Lo primero que llama la atención es la diversidad del volumen en cuanto a casi todo: Aunque predominan los autores masculinos, (solo once mujeres brindaron sus testimonios, en contraste con veinticuatro hombres), están presentes ambos sexos y, por consiguiente, ambas posturas de género. Las edades fluctúan entre treinta y dos y setenta, siendo el promedio de edad de cuarenta y ocho años. Aunque todos los testimoniantes pertenecen al mundo de la cultura (poetas, narradores, dramaturgos, editores, guionistas, ensayistas, una pintora, un historiador, actores y críticos), son los primeros quienes predominan. El país está representado por autores(as) de casi todas las provincias, aunque la mayoría vive en Santa Clara y La Habana, y solo cuatro de ellos se encuentran actualmente fuera de Cuba.” [de mi parte van las negritas]

Es decir, había al menos dos referentes antes de que aparecieran opiniones de autores que no viven en Cuba. La primera de estas últimas, de Félix Luis Viera, asume que la perspectiva general del libro, con el concurso de sus testimoniantes, se inclina a considerar algo valioso al Periodo Especial por el fruto creativo que de sus circunstancias brotó. Viera comienza por citar una frase de mi Prólogo, aunque habla de una Nota, lo cual me lleva a pensar que la ha tomado del blog Ogunguerrro y no precisamente de la edición del Centro Pablo. O sea, la perspectiva de que nos abocamos a esa situación porque las relaciones de intercambio comercial internacional que sostenían la economía cubana —en ese momento en vías de reorganización—, en contra de la gestión del Estado cubano y de su administración gubernamental, queda convertida por la interpretación en un “qué bueno que pasó”. Se trata de una respuesta de reflejo condicionado a un patrón de juicio que estigmatiza la culpabilidad del atraso económico cubano al punto de descargarlo sobre el Estado socialista, como Sistema de relaciones sociales, antes que sobre las prácticas de administración. Este cliché se desentiende de paso de un evento fundamental, real, vigente y creciente: el tenaz bloqueo económico, comercial y financiero que la administración estadounidense mantiene sobre Cuba.

Que el Bloqueo se convierta en patente de justificación para prácticas ineficientes de administración y políticas improductivas no lo elimina, por cierto, sino que lo agudiza, como lo han demostrado las diversas administraciones de EEUU, con excepción de la de James Carter e incluyendo la igualmente cruda y cínica de Obama. Así, Cuba se veía en los años 90 sujeta de la brocha una vez que el socialismo europeo se había llevado la escalera. Lo imputable al Sistema es, precisamente, no haber sucumbido a la zanahoria del neoliberalismo, pero no el arribo del Periodo Especial en sí. Sin embargo, el patrón de juicio le imputa los problemas y, una vez que los sobrevivientes se avienen a contar su sobrevida —el Poeta Hernández Novás, entre otros, optó por la trágica retirada antes de continuar la prueba—, asocia individuos y Sistema en un bloque que obvia mucho de lo que el mismo libro cuenta.

Y a esa nota se suma, en tono epigonal, otra del poeta y arquitecto Heriberto Hernández Medina, en su blog, en la cual coloca mi frase del Prólogo —ya citada por Viera— sin citar mi nombre ni ofrecer el hipervínculo que permita evaluar en equilibrio. ¿Se trata de una censura a la inversa, desde la otra orilla que de plena libertad de expresión se ufana? Comienza esta con una declaración de amistad, de hermandad, que se va a negar por sí misma en las siguientes oraciones. Y sustenta la tesis anteriormente planteada por Viera con una frase que explicita el tabú sobre el cual el patrón de juicio se construye: “como decir que el holocausto fue en parte bueno porque se escribió el Diario de Ana Frank o se filmó Sophie’s Choice”. Insiste además en la misma hipótesis de que el Periodo Especial fue una conspiración del Sistema —del Gobernante, dice, y aclara que no usa la palabra “dictador”— para matar la dignidad del cubano. Nada, que de tan malos, su propio piso se serruchan estos gobernantes cubanos.

La verdad es que esta paranoia se diferencia poco de aquella que esgrimen los burócratas que piensan que se trata de un libro útil para sus enemigos. Hay dos extremos ciegos que se unen, negándose a destajo; extremos que, como la burocracia, ni se analizan ni se asumen como hechos concretos, solo se declaman. Mientras, el pensamiento y la conciencia intelectual de Vega Chapú no solo asumen el riesgo, sino que salvan con mucha dignidad, precisamente, el paso. No obstante, para Hernández Medina, ese amigo y hermano del alma queda sin remedio, y ¡públicamente!, acusado de llevar a cabo un proyecto muy útil al régimen cubano una vez que “fuera preciso cerrar ese capítulo negro de nuestra historia”.

¡Qué defensa, compadre!

 

Acerca de ogunguerrero

Oggun, orisha guerrero; con Oshosi, dueño del monte; con Elegguá, domina sobre los caminos. Mensajero directo de Obatalá. Rey de Iré, vaga por los caminos solitario y hostil. Jorge Angel Hernández, poeta, narrador, ensayista (31/8/61)
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