El periodismo cubano, asignatura pendiente

Entrevista con Fernando Rojas, Viceministro de Cultura

 Mario Vizcaíno Serrat

Con motivo de los cuarenta y cinco años del Caimán Barbudo, Fernando Rojas, Viceministro de Cultura y director del magazín durante el Periodo Especial, cuenta al periodista Mario Vizcaíno Serrat sus experiencias y opina sobre la actualidad cultural cubana en esta entrevista.

Mario Vizcaíno Serrat: ¿Qué concepto tienes del periodismo?

Fernando Rojas: Cuba necesita prensa revolucionaria no oficial. Es una necesidad. Cuando escucho al Primer Secretario del Partido, lo que ha dicho sobre la prensa, y leo los propios documentos del Partido, recuerdo esa idea. Nosotros necesitamos que la información no se asocie solo a lo que se informa sobre la gestión del gobierno porque se produce una limitación de base para el periodismo, en particular para el periodismo de opinión, para el crítico, incluso para el noticioso, que tendría que insistir en los defectos de esa gestión gubernamental y política. Una de las cosas que tendría que resolver el periodismo es considerarse no oficial, o no necesariamente oficial, en una medida mucho mayor de la que hoy se considera en algunos medios. Y al mismo tiempo, revolucionario. Es el reto: una prensa revolucionaria no oficial que permita una mirada crítica, que no signifique tener que responder estrictamente a la gestión del gobierno, sino todo lo contrario: poder enfatizar en las lagunas, los errores, los problemas, decir descarnadamente lo que pasa. El periodismo tiene capacidad suficiente para cumplir esa función, pero, al mismo tiempo, hay que crearle condiciones para que lo haga. El periodista no puede sentirse inseguro si va a seguir esas pautas que nos está trazando la dirección del Partido, pero tenemos que crearle condiciones para que no se sienta inseguro a la hora de hacer este ejercicio crítico.

M.V.S.: El periodismo cultural y el deportivo son los que mejor interpretan en Cuba el papel crítico inherente a esta profesión.

F.R.: Es quizás incorrecto que yo diga esto desde mi posición pero, en cierta medida, en esas dos esferas, se han creado condiciones para esos ejercicios críticos. Y en el caso de la cultura, influye la diversidad de medios de prensa, pues esa abundancia ayuda a realizar ese trabajo. De todas formas, el periodismo cultural necesita ser más crítico, más incisivo.

M.V.S.: Y más conocedor de los temas…

F.R.: El periodismo cultural más cotidiano necesita incidir más en el público desde la perspectiva de una mejor y más atinada consideración de las verdaderas jerarquías culturales. Esa falta de conocimientos a la que aludes tiene a veces su corolario en que no logramos hacer énfasis en las verdaderas jerarquías culturales, y hacerlo además de modo que al público le llegue.

M.V.S.: ¿Qué significa hacer énfasis en las jerarquías culturales?

F.R.: Todos podemos estar de acuerdo, y espero que lo estemos, en que la promoción no se resuelve con prohibiciones. Eso está asociado con cuestiones raigales de la política cultural como las que se expresaron en Palabras a los intelectuales. Sabes que últimamente se ha estado debatiendo sobre ese tema, y se sigue malinterpretando lo que dijo Fidel entonces. Y una de las ideas esenciales de ese debate es esa: no se puede normar la creación, no se puede regular lo que el creador tiene en la cabeza y la manera en que ese producto de su subjetividad, a partir de la maestría formal con que cuenta, se realiza en la obra de arte. La creación tiene que ser libre y estar al alcance de todos, y la promoción es la que tiene que ir colocando esas obras en amplias capas de la población, si se quiere prepararla, formarla. En una política cultural que apuesta por el pleno acceso, que es el otro elemento importante.

“Por eso la promoción, la publicidad, la propaganda, la crítica, son un conjunto de herramientas que tienen que establecer naturalmente, no por decreto, jerarquías en la difusión de las obras de arte, y saber decir, saber convencer al público —que piensa y participa— de lo que es mejor. Claro que no todos los críticos ni los promotores dicen lo mismo, y no puede ser de otra manera. Hay circuitos de exposiciones más reconocidos que otros, circuitos de estrenos de cine más reconocidos que otros, mejor ubicados, de mejor acceso, o de mejores condiciones. Hay ediciones de libros mejores que otras. Desde la lógica institucional, comienza un establecimiento de jerarquías. Pero el asunto no termina aquí, pues actúa también la prensa, la crítica especializada. Por supuesto: antes que todo eso está la escuela, la formación del espectador.

“¿Por qué existe el instructor de arte, por qué Fidel concibe ese tipo de profesional? Para que el niño, el joven, tenga una aproximación a la apreciación artística desde las edades más tempranas, y esté en cualquier lugar del país. Por eso, el instructor tiene que estar en cualquier sitio, aun en las montañas, o en la ciénaga de Zapata, o en zonas rurales, en las casas de cultura, donde quiera. Para que ese niño que está creciendo reciba las herramientas de apreciación artística desde edades más tempranas y cuando tropiece con esa obra en la televisión, en el cine o en el periódico que la reseña, o en la emisora de radio que la promueva, pueda apreciar y discernir donde está lo de más calidad. Eso es formar las jerarquías. Un proceso largo, complejo, que empieza desde edades muy tempranas y en el que intervienen la escuela, la comunidad, las instituciones culturales de base, después, las de más rigor, más prestigio, más influencia, las que colocan o debieran colocar en los escenarios lo más valioso. No quiere decir que todo esto se haga bien, y ahí entran a desempeñar su papel la prensa y la crítica, la promoción. Si se quiere que la gente reciba lo más valioso de la cultura nacional y universal, sin que se prohíba nada, hay que darle herramientas, y a eso es a lo que llamamos formar jerarquías. Pero no puede hacerse con decretos y prohibiciones, sino mediante un ejercicio laborioso de crítica, análisis, influencia, que, por supuesto, tiene en los medios de prensa un vehículo esencial”.

M.V.S.: ¿De qué tipo de decretos y prohibiciones hablas?

F.R.: Ha habido en otras épocas la tendencia a decir: esto no se promueve. Y esa no puede ser la salida.

M.V.S.: Por ejemplo: el reguetón.

F.R.: Exactamente. O el rock en otra época. Tenemos que aprender definitivamente que esa no puede ser la salida. Tiene que ser lo que hagan la crítica, los medios, las instituciones, el público participante, en definitiva. Tampoco puede ser que la prohibición de prohibir, valga la redundancia, se convierta, para el dirigente institucional o para el crítico, en la prohibición de discutir. Por errores de épocas pasadas, puede haber en el subconsciente una idea de que cuando algo empieza a discutirse es porque viene la prohibición detrás. Tenemos que superar eso definitivamente.

M.V.S.: ¿En qué medida el Ministerio de Cultura está contribuyendo a que sea así, en qué medida puede lograrlo?

F.R.: Lo excluible, si de promoción se trata, tendría que ser lo inequívocamente contrarrevolucionario. La experiencia demuestra que lo inequívocamente contrarrevolucionario no es, ni ha sido, y estoy casi seguro de que no será, algo asociado a los contenidos de la creación. No es en los contenidos de la obra en lo que habría que evaluar lo contrarrevolucionario.

M.V.S.: ¿Dónde sería?

F.R.: Los aparatos de subversión del adversario histórico, de las agencias del gobierno de Estados Unidos utilizan determinado tipo de acción cultural para desarrollar su actividad contrarrevolucionaria, relacionada casi siempre con posiciones públicas de determinados individuos, que en su inmensa mayoría no significan nada para la cultura cubana. Como regla, son personas advenedizas, o confundidas, que, en su posición pública, actúan como mercenarios. Y hablo de cantidades minúsculas. No hay que buscar en un buen poema lo inequívocamente contrarrevolucionario, porque un buen poema es sencillamente un buen poema. Un artículo, un ensayo, son otras cosas. De modo que considerar excluible solo eso, preserva a la cultura de una intromisión innecesaria en la libertad de creación absoluta que nosotros defendemos. Y por supuesto, ello no se refiere a los derechos ciudadanos del individuo, ni a su derecho a pensar y a opinar. Estamos hablando estrictamente del dominio de la promoción del arte y la literatura, hasta donde se puede ser estricto en eso. O sea: rechazar lo inequívocamente contrarrevolucionario es una garantía para la libertad de creación.

M.V.S.: Que en muchas instituciones culturales aún se piense a la antigua sugiere que debieran renovarse dirigentes, funcionarios…

F.R.: Tenemos los vestigios del pensamiento dogmático, que tienen fuerza. Y, efectivamente, hay personas que no comparten lo que acabo de explicar, y creen que puedes analizar una pintura como mismo analizas un periódico y tratar de buscarle una interpretación a una obra de arte, como si fuera un cartel. Sé que desde Marcel Duchamp, cualquier cosa puede ser entendida como una obra de arte, pero confío en que tenemos suficiente seso y herramientas críticas para ser todo lo analíticos que sea necesario y darnos cuenta de que un cartel tiene una función propagandística, con independencia de su valor como obra de arte. Y una pintura abstracta no puede analizarse igual. Aún existe ese tipo de pensamiento dogmático que quiere hacer la interpretación literal del arte, o la interpretación de un texto literario como si fuera un ensayo político. Eso es un problema. Detrás de eso puede estar algo todavía más grave: la consideración de que el artista es un ser enredado, complicado, difícil, prejuicio inexplicable en nuestra sociedad. También está la falta de información y de cultura. Si alguien no sabe moverse en el arte digital, el teatro contemporáneo, el audiovisual de vanguardia, la ruptura de las fronteras entre el audiovisual y las artes plásticas, es que con esa persona nos falló todo lo que expliqué. Nos fallaron el instructor, las jerarquías, la prensa, la promoción, todo. Por cierto, es una buena medida de los importantes fallos que tenemos. Trabajar en una institución cultural sin suficiente cultura e información es un contrasentido.

“Por otra parte, hay una especie de paternalismo de nuevo cuño. Cuando un muchacho hace un disparate, para congraciarse con algo que detrás tiene dinero del adversario histórico, en lugar de discutir con él, y me refiero a su dirigente institucional, se tiende a considerar que es una majadería. Y quizás lo es. Pero estamos obligados a decirles a nuestros artistas que todavía existe la subversión, que trata de incidir en los intelectuales, en los artistas jóvenes, y por supuesto no solo en ellos. Si vamos a entender que la exclusión de lo inequívocamente contrarrevolucionario es una condición de la política cultural, significa que cuando alguien hace una payasada que además tiene detrás dinero del adversario, hay que decírselo, hay que discutir. Cada vez estoy más convencido de que no hay que excluir ni siquiera al que propone la payasada, pero hay que discutir, con respeto y comprensión, porque, de un lado, con toda certeza le falta información, y de otro, porque hasta de la payasada más incómoda puede salir una buena obra de arte. Y ahí, en esa falta de diálogo, tenemos una debilidad”.

M.V.S.: Y puede parecer otra cosa…

F.R.: Puede parecer que hacemos una política contraria a la que realmente hacemos.

M.V.S.: ¿Cómo se comporta el intercambio cultural entre Cuba y Estados Unidos?

F.R.: Hay una amenaza real de que se interrumpa lo que modestamente se está haciendo porque hay un planteamiento en el congreso norteamericano, de parte de la mafia, de regresar a las políticas de Bush, que prácticamente reducen las visitas de cubanos a Cuba a tres años y al primer grado de consanguinidad y limitan las remesas. Si existe esa amenaza, existe también para el llamado “intercambio cultural”, que, como sabemos, no es tal intercambio porque sigue la lógica de una relación anormal entre nuestros pueblos, que se siguen perdiendo la oportunidad de conocerse mejor, a causa de las restricciones y el bloqueo. Nosotros no estamos interrumpiendo ninguna acción, sino todo lo contrario, creo que debemos seguir trabajando en esa presencia de artistas cubanos en Estados Unidos y de artistas norteamericanos en Cuba, pero siento que hay una amenaza.

Fuente: El Caimán Barbudo, 23|1|2012

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Acerca de ogunguerrero

Oggun, orisha guerrero; con Oshosi, dueño del monte; con Elegguá, domina sobre los caminos. Mensajero directo de Obatalá. Rey de Iré, vaga por los caminos solitario y hostil. Jorge Angel Hernández, poeta, narrador, ensayista (31/8/61)
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