De los reclamos de La Puerta del Sol y el nudo gordiano del capitalismo

A propósito del texto «Algunos somos comunistas», de Carlos Fernández Liria, en Rebelión, 20-05-2011 [http://www.rebelion.org/noticia.php?id=128765]

 Jorge Ángel Hernández 

Las manifestaciones anticapitalistas de la Puerta del Sol, en Madrid, ocupan los titulares de las agencias de Prensa internacionales. Muestran, en primer orden, la reacción contenida ante las sucesivas agresiones del Sistema. Primero con el Estado de Bienestar y luego con la Globalización neoliberal, el capitalismo se ha encargado de prometer soluciones que, sin remedio, se postergan. Se postergan, y se alejan, para las clases dominadas, explotadas, a las cuales se ha sumado, de manera forzosa, buena parte de los llamados ciudadanos de cuello blanco y de los intelectuales profesionalizados. Más que traicionarlos, el sistema los ha ido timando al dignificarles su estatuto de pieza, su reificación remunerada.

“El sistema es ya tan revolucionario (de extrema derecha, pero revolucionario, al fin y al cabo) —dice Carlos Fernandez Liria en una aguda y precisa paradoja—, que los antisistema nos hemos vuelto conservadores.”

Conservadores no del sistema, en decadencia y dispuesto a hundirlo todo por extender su permanencia, sino del sentido común de sobrevida de la especie, del Planeta y, de inmediato, de la dignidad soberana y ciudadana de las generaciones. La libertad proclamada, pronosticada y forzada por el neoliberalismo, ha devenido muy pronto en una coyunda insostenible para el individuo, por completo al margen de las decisiones aunque con la posibilidad de gritar lo que se le venga en ganas. Libertad sorda que se hace impotente ante la naturalización de las hegemonías de control de la política, la vida privada y la cultura a través del mercado. “Los “jóvenes sin futuro” que salieron a la calle el 7 de abril —agrega Fernandez Liria—, no pedían la Luna. No gritaban “la imaginación al poder” ni nada parecido. La moderación de sus reivindicaciones (casa, salud, trabajo, pensión) contrastaba con la radicalidad de su posible solución: “an-ti-ca-pi-ta-lis-ta” fue el grito que más se oyó.”

La manifestación, que incorpora la frescura espectacular propia de este tipo de evento en el siglo XXI, revela el nudo gordiano de los múltiples problemas y de su solución. “Para ser moderado, —aserta Fernández Liria en su artículo— para conservar una pizca de sentido común, actualmente hay que ser antisistema. En cambio, los apologetas del capitalismo se prestan a cualquier locura revolucionaria. Para salvar la economía huyen hacia adelante dispuestos a sacrificar la humanidad y destruir el planeta. Como dijo Walter Benjamin, pero mucho más que cuando él lo dijo, lo que necesitamos es un freno de emergencia.”

Los paraísos fiscales, para poner solo un ejemplo de esa “locura revolucionaria”, después de muchas “soluciones” por parte de los representantes del capitalismo, después de programas y erogaciones elevadas que también lavan su reinserción a las arcas de los más enriquecidos, evaden hoy un billón de dólares en connivencia con los propios gobiernos y sin que se vislumbre un paso efectivo de verdadera solución. Las empresas financian, por un lado, los eventos sistémicos que proponen resolver los desfalcos y, a la par, garantizan la evasión, el desfalco y, con el paquete, el cobro revertido.

La espada que ha de cortar el nudo gordiano del sistema que acelera el tránsito a la destrucción, y la regresión de las marcadas diferencias sociales, está, como lo pensaran Marx, Engels, Lenin, Walter Benjamin, Gramsci y Mariátegui, entre muchos otros que habrá que rescatar con juicio revolucionario y un sentido profundo del momento histórico, en el comunismo. Y acaso, como lo deja ver Carlos Fernández Liria, en un comunismo que parta de aplicar el freno antisistémico a esa desmesurada revolución capitalista, no un comunismo que pretenda perpetuar las fórmulas de apropiación del producto y la riqueza. La regeneración del sistema capitalista se ha apoyado, una y otra vez, en apropiarse de los presupuestos de renovación que lo cuestionan, en suplantarlos en una norma de doble incidencia social: un espectáculo visible de atractivo estatuto revolucionario, y una esencia de férrea supeditación clasista que atrase el salto hacia la transición socialista.

Ojalá los reclamos de La Puerta del Sol, ya etiquetada como spanish revolution, no se disocien en esa espectacular apariencia revolucionaria, para que no terminen siendo víctima del mecanismo gordiano de la Democracia liberal electorera. Ojalá. Pero es difícil, para ser objetivamente honesto.

Acerca de ogunguerrero

Oggun, orisha guerrero; con Oshosi, dueño del monte; con Elegguá, domina sobre los caminos. Mensajero directo de Obatalá. Rey de Iré, vaga por los caminos solitario y hostil. Jorge Angel Hernández, poeta, narrador, ensayista (31/8/61)
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5 respuestas a De los reclamos de La Puerta del Sol y el nudo gordiano del capitalismo

  1. Pepe el Balsero dijo:

    Oír hablar de revolución pone los pelos de punta. Si los sensatos del siglo XXI ensalzan la reforma como método para liquidar los regímenes autoritarios, ¿qué pinta una revolución en la oncena potencia económica, que es uno de los países más libres del mundo?

    Desde hace unos días la prensa internacional comete el sinsentido de comparar las protestas de la Puerta del Sol de Madrid con las manifestaciones del mundo árabe, como si en España los ciudadanos estuvieran privados de sus más elementales derechos. Este es, sin dudas, un agravio comparativo grotesco.

    En una democracia, las protestas ciudadanas forman parte del paisaje habitual. Los problemas económicos actuales justifican el enfado de muchos españoles, pues un 20% de desempleo es motivo más que suficiente para exigir políticas concretas que ayuden a generar trabajo y mantengan la protección de los sectores más vulnerables.

    Los «indignados» han salido a las calles a expresar sus reivindicaciones. Sus derechos de manifestación, reunión y expresión han sido debidamente respetados y las prohibiciones sólo están relacionadas con fechas concretas, reguladas por ley.

    Una de las exigencias más legítimas pide la reforma de la Ley Electoral, que actualmente castiga a los partidos minoritarios. Da igual si dicho cambio beneficia a Izquierda Unida (comunistas) y Unión Progreso y Democracia (centristas) y perjudica a nacionalistas vascos y catalanes. La democracia sufre cuando obtener más votos no significa necesariamente conseguir más escaños, y esto ha sucedido muchas veces desde la instauración de la democracia.

    En el mejor de los casos, los comunistas, que no superan el 6% de los votos a nivel nacional, alcanzarían más asientos en el Congreso, pero quedarían abismalmente lejos de ser alternativa de gobierno. En 33 años de democracia, los españoles han ratificado en las urnas su distancia con los extremistas. Los partidos Socialista y Popular han compartido el poder porque España elige propuestas cercanas al centro, y no por las evidentes injusticias de la Ley Electoral. Y cuando alguna ha perdido el rumbo, el electorado se ha encargado de pasarle cuentas.

    Esto significa que, incluso con un cambio de norma, difícilmente extremistas de izquierda y derecha podrían convencer a la mayoría. Sobre todo estos últimos, que ni siquiera alcanzan representación parlamentaria.

    Esto lo sabe perfectamente el comunismo español. Hace 25 años acordaron acudir a las urnas con el nombre de Izquierda Unida (que agrupa también a otros pequeños grupos radicales), ante la evidencia de que nombre e ideología constituyen una losa pesada para sus aspiraciones políticas.

    Por eso apoyan al movimiento popular que aglutina en la Puerta del Sol a trabajadores indignados y a profesionales del oportunismo. Una mezcla altamente explosiva.

    Impedidos de materializar por la vía democrática sus proyectos demenciales, los fundamentalistas animan la revuelta popular española e incluso incitan a violar las leyes. No hay más que verlos. Dan miedo. Sus planteamientos coquetean demasiado con todo lo que los cubanos hemos sufrido en más de 50 años. Mezclan la legítima insatisfacción ciudadana con propuestas rocambolescas, muchas de ellas peligrosamente genéricas, que convocan a «cambiar el sistema».

    ¿A cambiar qué sistema, y cómo? Apenas lo explican, pero evidentemente se refieren al capitalismo. Piden medios de comunicación «libres» y el fin de la democracia representativa, y elogian lo que denominan «democracia asamblearia» (voto a mano alzada y demás gérmenes de una dictadura de manual). Abogan por eliminar las leyes antipiratería y de extranjería, y la eliminación de los partidos políticos. Para no saltarse el guión, también exigen la nacionalización de la banca y otras medidas económicas que abocarían a España a la quiebra, siguiendo el ejemplo de Cuba y Venezuela.

    ¿A cuál cubano no le suena esto? La precaución contra el totalitarismo es una especie de fiebre que avisa de la futura infección. Una alarma que recuerda que detrás de ciertas utopías se esconden los peores autoritarios del mundo.

    A pesar de la imagen de la España hundida que La Habana presenta insistentemente en la televisión oficial, este país vive en una relativa paz social. La gente exige trabajo y mejoras, pero no experimentos con ideologías fracasadas. Un Estado de bienestar sólido es capaz de resistir determinadas terapias de choque, como las adoptadas por el Gobierno español para afrontar la crisis. Todo tiene un límite, pero el capitalismo, como ha quedado demostrado, vive (y sobrevive) al ritmo de sus ciclos altos y bajos.

    España necesita ya una segunda reforma política, que exija mayor democracia interna en los partidos y una mejor redefinición de las instituciones, entre ellas las legislativas y judiciales. En nombre de una transición modélica, al parecer intocable, ni conservadores ni socialistas han querido romper el hielo. Pero también sus votantes han refrendado la quietud.

    En este sentido, la presión ciudadana continuará siendo importante si aprovecha, por los cauces legales, la generosidad de la democracia. Para ello los españoles deberán discernir entre las necesidades reales de la gente y el oportunismo de los prototalitarios.

    La prueba de cuántos ciudadanos promueven un cambio de sistema se materializará el domingo en las elecciones municipales y regionales. Si todo ese cabreo y enfado no se reflejan contundentemente en las urnas, los provocadores tendrían que recoger la carpa y dejar a los ciudadanos el protagonismo de las protestas.
    Desempleados y jóvenes ‘antisistema’ lideran protestas en varias ciudades

  2. ogunguerrero dijo:

    Como se ve, Pepito, eliges precisamente el Sistema de Partidos, justificas sus medidas para totalizar sus estrategias electorales y se eriza en tu piel la posibilidad, siquiera presentida, de una revolución en el interior de ese sistema. O sea, compartes con los políticos españoles, y globales, de la dominación, la visión de que las diferencias de explotación del capitalismo son naturales y hasta justas.
    Así escribe Ángeles Diez en su artículo de Rebelión «¿Qué parte del discurso no se entiende?»:
    «Puede que nuestros políticos no sepan, o no les importe, qué les ha pasado a los ciudadanos en estos últimos años. Seguramente desconozcan las consecuencias de la reforma laboral, lo que significa para cinco millones de personas quedarse sin trabajo. Quizá no sepan que la puesta en marcha del Plan Bolonia está desmantelando la Universidad Pública. Que la educación concertada sangra los recursos de la educación pública. Seguro que ignoran que cientos de familias están devolviendo al banco sus casas y tienen que seguir pagando la deuda que contrajeron con el banco. No se imaginan siquiera que los hospitales de gestión privada son más costosos y contribuyen al deterioro de la ya maltrecha sanidad pública. Probablemente nadie les haya dicho que los ciudadanos no están de acuerdo con rescatar a la banca privada con dinero público. Es más, seguro que no se les ha pasado por la cabeza pensar en la nacionalización de la banca. Y puede que no hayan oído hablar nunca de las listas abiertas, de una ley electoral proporcional, de rendir cuentas a la ciudadanía, de consultar con el pueblo sobre las decisiones económicas o sobre si es mejor reducir los gastos del ejército y destinarlos a la educación, por ejemplo»
    ¿De qué lado está entonces el oportunismo político?

  3. Pingback: La Puerta del Sol y un nuevo cierre en el nudo electoral | Ogunguerrero

  4. En estos tiempos es preciso partir de lo que hay, forma parte de nuestra idiosincrasia ya, de nuestros principios o valores; laprotesta y el diálogo deben ser capaces de ser compatibles a fin de que las formaciones políticas y movimientos ciudadanos pacten y traten de asumir los cambios pactados. Por tanto, se necesita construir una plataforma reivindicativa para ser plasmada en programas de futuro. Dadoslos resultados obtenidos por el PP el domingo pasado, no es nada probable que este partido conservador español acepte introducir nuevas metas para la gente media y baja, pues no son éstos sus votantes. Estas cosas – y ojalá el movimiento se intensifique en toda Europa y mejor en todo el mundo, llevan su tiempo e incluso sus disgustos, pero es evidentísimo que el sistema ha sido laminado por los voraces mercaderes y llegado a una degradación de resultados con riesgos increíbles. El XXI exige más claridad, más información, más coopefración, más inspección y control, más veracidad, mejor cumplimiento de las normas que nos rigen y una mejor asunción interior de la cultura de las cosas bien hechas y del cumplimiento natural de lo que ello implica. Recordar que existen derechos, obligaciones y responsabilidad me parecería infantil si no fuese que, a pesar de todo, en este momento resulta indispensable. Saludos para todos.

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